la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


martes, 25 de septiembre de 2007

El componente fascistoide de la higiene

Reconozco públicamente, con la misma vergüenza expresada por Günter Grass por su pasado nazi, que me he dejado llevar por la ira al encontrarme un nido de cucarachas en el eso donde se guardan los cuchillos y de un arrebato me he puesto a hacer limpieza- al fin, diréis muchos- en esa roñosa cocina. A golpe de higiene he ido exterminando, con minuciosa saña, todas las cucarachas que se me han puesto a tiro, con el deseo incontenible y no sé si inconfesable, de aniquilar a las cucarachas de la faz de mi cocina. Una furiosa pasión se ha adueñado de mi pecho. Sí, estaba fuera de mí.

Inmerso como estaba en esa lógica higiénica y purificadora, a medida que mis humores volvían a su habitual equilibrio, me he asustado al comprobar el ímpetu, el ardor guerrero que momentáneamente me ha invadido, asomando, de esta forma, el pequeño fascista que todos llevamos dentro. Entonces me he planteado el componente fascistoide de la higiene, esa ansia por limpiar, por dejar impecable, con su elemento estético, esa asepsia artificial, ese odio, ese acabar con la mierda, considerada portadora de todos los males, esa necesidad de sentirse dueño y dominador del espacio. Esa irreal lucha por un mundo imposible donde solo cabe tu pura higiene y que se de da de bruces con un mundo más plural, variopinto e incontrolable. ¿Dónde está la conviviencia con la mierda? ¿y con las cucarachas? ¿Por qué me atribuyo esa cocina si esas inocentes cucarachas pasan más horas que yo, más parte de su vida que yo de la mía en ella?¿Por qué acabar con ellas si son pacíficas e incluso esquivas?¿Por qué ese reguero de cadáveres de cucaracha? Me miro el bote de cucal, me vienen a la cabeza símiles sencillos y me pregunto qué me hace pensar que soy mejor que ellas.

Es difícil mantener un hogar habitable y no experimentar poderosos debates morales. Si a ello le sumamos lo agotador de la actividad, espero que la humanidad comprenda en silencio el estado cochambroso del Piso Franco.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Ejemplo de populismo

Para desgracia de los simpatizantes socialistas y ciudadanos españoles en general, aunque para regocijo, tal vez, de estudiosos de ciencias políticas, el gobierno de Rodríguez Zapatero nos está ofreciendo un último año de legislatura de populismo ejemplar, clásico, ortodoxo, de manual, como quien dice. Ante la inminente contienda electoral que nos tiene preparada la cruel agenda política de este país, las mentes pensantes del PSOE han detectado los puntos en los que entienden que cojea su propuesta para las urnas y se han puesto manos a la obra. Ni cortos ni perezosos han confiado en el decálogo del buen populista para alcanzar su objetivo, su triunfo.

Así pues, como si estuviésemos en las rebajas legislativas, nos ofrece una batería de promociones fin de campaña, agresivas ofertas sobre las cuestiones más sensibles para la opinión pública, el AVE para navidades, suculentos descuentos en materia de vivienda que, como la mayoría de ofertas reclamo llamativas son, siendo benévolos, de dudosa solvencia. Se trata, como vemos, al elector como consumidor electoral, susceptible de ser seducido de la forma más burda, lejos, muy lejos, del responsable miembro de la comunidad política que uno se esperaría de un verdadero socialista. En definitiva, el PSOE renuncia sin complejos a ejercer de partido político y se contenta, banalizando todo lo que puede la política, con ejercer de distribuidor grandilocuente de recursos, cual perfecto populista. Luego se sorprenden, o no, de la abstención, toda una rebelión de las masas y no lo que sugiere Ortega (se masca un post sobre Ortega Gasset, muchachos, estáis advertidos).

Pero no se queda aquí el perfectamente ortodoxo populismo del, snif, PSOE. No han dudado en presentarnos la imagen de un líder mesiánico benefactor, iluminado de gracia para su pueblo. De qué si no, nos iba a presentar el Presidente del Gobierno, en el ejercicio de estas funciones, en pleno debate sobre el Estado de la Nación, su vistosa propuesta de los 2500€ por hijo, propuesta populista en el fondo y la forma donde las haya. No cabe duda de que no era el lugar ni el modo de presentar una propuesta política. Resulta obscena la utilización de esta propuesta como ardid en el debate para salir airoso y aprovechar la relevancia mediática del momento. Resulta denigrante la escenificación del benefactor que concede discrecionalmente dádivas a su sufrido pueblo. ¿Dónde está el debate público?¿dónde está la plasmación de la medida en el proyecto político del PSOE de su programa electoral?¿dónde está el calendario político que marcaba la propuesta en la legislatura? Nuevamente, queda el ciudadano como espectador pasivo de los cálculos partidistas de nuestras autoridades políticas.

El Presidente del Gobierno ha seguido desde entonces trabajando su imagen de líder iluminado. Recientemente, sin atisbo de rubor, nos explicaba, conmoviendo el corazón de todos los españoles, cómo decidió personalmente, mientras viajaba por las vastas tierras patrias, en un momento de inspiración, unificar la marca de Gobierno de España, para mayor satisfacción de su electorado deseoso de algún guiño centrípeto, por banal que resulte. Sin ningún pudor, pues, se personaliza al máximo el gobierno y sus decisiones, ninguneando su propio proyecto y equipo político, encomendándose en la medida de lo posible, al ámbito emocional. Leíamos recientemente también cómo justificaba su política terrorista con sus propias entrañas. Nuevamente, nos tenía José Luis a los españoles conmovidos. Como buen populista había sabido dirigir la cuestión a los sentimientos, en perjuicio, claro está, de su perfil de estadista, bello palabro.