la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


miércoles, 17 de diciembre de 2008

Multa de 410 euros por comprar, beber y tirar una lata en la calle

Ese ayuntamiento progresista donde los haya, celoso de la proporcionalidad en las sanciones y en absoluto interesado en recaudar a costa de los más indefensos para poder luego gastarse burradas en campañas de autobombo. Visca Barcelona y las ganas de plantar una guillotina en plaza Sant Jaume.

Multa de 410 euros por comprar, beber y tirar una lata en la calle
PERE RÍOS - Barcelona - EL PAÍS - 17/12/2008

Comprar una lata de bebida en plena calle, bebérsela y arrojar el envase puede salir muy caro en Barcelona. Tanto como 410 euros, que es la suma de las tres denuncias que un agente de la Guardia Urbana impuso hace un año a Niamh Maguire de Burgo por incumplir la ordenanza del civismo.


Ocurrió la mañana del 16 de diciembre de 2007, cuando la chica regresaba de un sábado festivo con cinco amigos por La Rambla de Barcelona. Tres de ellos acabaron denunciados, aunque sólo uno ha recibido la notificación. Maguire ha tenido peor suerte y se le imputaron tres infracciones: comprar bebidas en la vía pública (180 euros), consumir alcohol (50 euros) y arrojar envases en el espacio público (otros 180 euros).

La chica recurrió y evitó la primera denuncia, pues al tramitar el expediente sancionador hubo un error al determinar la infracción. El propio Ayuntamiento de Barcelona reconoció su error y, en consecuencia, de la primera sanción de 180 euros nunca más se supo. Pero sigue adelante la tramitación de las otras dos, contra las que ha presentado un recurso de alzada. Maguire lo niega todo y argumenta que no puede ser cierto que estuviera bebiendo cerveza, como dice el guardia urbano, porque no le gusta.

También censura que se le atribuyan dos acciones simultáneas en el tiempo, en concreto a las 7.45 horas, como es beber la lata y arrojarla. Un portavoz del cuerpo, por el contrario, defiende la actuación del agente. "La Guardia urbana no se ceba con nadie, sólo intenta que se cumpla la ordenanza municipal". Sobre el hecho de que coincida la hora de las otras dos infracciones, el portavoz explica que es perfectamente posible.

El recurso explica que la ordenanza otorga plenos poderes a los agentes y que, de esa manera, "se está dejando al ciudadano en manos de una discrecionalidad que es contraria al más elemental principio de seguridad jurídica vigente en nuestro ordenamiento".

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Antijacobinos irredentos

Como diría aquel, ¡que escriban otros!

Lluís Roura (El País, 5-05-1998).

¿Qué pensaríamos de alguien que para descalificar a un científico lo tildara de racionalista o que para desautorizar a un intelectual le gritara “¡ilustrado!”? Seguramente no le prestaríamos más atención que la que se le da a un ignorante, a un fanático o a un estúpido… Y sin embargo, parece que la estupidez -o el fanatismo, o la ignorancia- sí consiguen hacer mella cuando las calificaciones de este tipo las pronuncian los políticos.

Desde que a alguien se le ocurrió tildar a Borrell de jacobino (y reforzar la expresión con el calificativo de irredento), parece que todos se han apuntado a dar protagonismo a dicha palabra, incluyendo al propio político aludido. Yo, que llevo unos cuantos años dedicado al estudio de la Revolución Francesa, de la crisis del absolutismo y de los orígenes de la democracia moderna, no salgo de mi asombro: nunca hubiera imaginado que la palabra jacobino pudiera resultar un insulto para un político demócrata, de la misma manera que no me imagino a un astrónomo que pudiera sentirse ofendido porque alguien le llamara copernicano. De modo que intenté deducir cuál debía de ser el significado que los políticos le suponían a la palabra jacobino. No me resultó difícil: cuando la utilizaba el rival de Borrell en las elecciones primarias del PSOE, se impregnaba de alusiones a defectos personales y de articulación al partido (ambicioso, individualista, sectario, engreído…); cuando el calificativo procedía del nacionalismo (del PI o de Esquerra Republicana -que, por cierto, mantiene el triángulo de la igualdad, con claras connotaciones jacobinas, como emblema de partido-), jacobino significaba centralista-españolista y antinacionalista, y cuando era alguien de CiU quien insistía en el jacobinismo de Borrell, en realidad lo estaba señalando como centralista y autoritario, y el propio político socialista debió de entenderlo en este último sentido cuando, a su vez, replicó que en Cataluña el más jacobino de todos es Pujol; en fin, por lo que respecta a los políticos del PP no pienso que tuvieran un concepto muy distinto, ya que no sé interpretar su silencio respecto al término de jacobino de otra manera que no sea por el rubor de quien se descubre a sí mismo, por lo que están diciendo los demás, como el más jacobino de todos, y cree que lo que más le conviene es pasar desapercibido… Como la estupidez se descalifica por sí misma si no la rodea la ignorancia, y el fanatismo se combate con la razón, me parece del todo necesario aportar algunas precisiones que permitan superar a ambos.

¿Cuál es, pues, el significado político del jacobinismo? Con el calificativo de jacobinos, los realistas y absolutistas y los partidarios de poner fin a la Revolución Francesa justo cuando acababa de empezar pretendieron señalar despectivamente a aquellos que, a partir de 1789, se llamaban a sí mismos Amigos de la Constitución (el nombre de jacobinos se les aplicó por celebrar sus asambleas en el convento de los dominicos, a los cuales se les conocía vulgarmente con este nombre por haber tenido su antiguo convento junto a la iglesia de Saint Jacques). Al poco tiempo, asumiendo la denominación de jacobinos como propia, los diversos sectores que protagonizaron el auténtico “parto de la democracia” que fue la Revolución Francesa impregnaron dicha denominación de un carácter plural que no permite aplicarla en exclusiva a un solo grupo, y mucho menos en un sentido único. De modo que la complejidad del jacobinismo durante el periodo revolucionario, claramente puesta de manifiesto en las numerosas aportaciones de los historiadores con motivo de la celebración de su bicentenario, lleva a identificar en buena medida dicho fenómeno con el sentido más profundo de la propia revolución.

En efecto, el jacobinismo encarna la invención de la participación democrática -no sólo de las élites, sino del conjunto de la sociedad, incluyendo los sectores populares- en la política. La creación de las sociedades políticas constituye un claro antecedente de los partidos políticos, aunque, a diferencia de éstos, las sociedades nunca impusieron la disciplina de voto -a pesar del tópico despectivo que habla de “la máquina jacobina”-. Dichas sociedades (luego llamadas clubes), junto con la libertad de opinión y de imprenta, fueron el factor decisivo de una aculturación política de inspiración laica, racionalista y democrática sin precedentes. Frente a la sociedad del privilegio, del dogmatismo y del absolutismo monárquico, el jacobinismo contrapuso lo que constituye los pilares de la democracia moderna: la igualdad civil, la libertad de expresión y de iniciativa, el laicismo, la democracia representativa y participativa apoyada en el sufragio universal… no sólo ejercidos en la práctica cotidiana, sino magníficamente proclamados por los grandes textos fundacionales (las primeras declaraciones civiles de derechos del hombre y del ciudadano, y las primeras constituciones políticas).

¿De dónde surgen, pues, los tópicos sobre el jacobinismo -el centralismo y el autoritarismo, fundamentalmente-? La respuesta es simple: de la reducción del jacobinismo al periodo de la llamada dictadura jacobina (de mayo de 1793 a julio de 1794), y del antijacobinismo. Pero la falta de rigor en la interpretación política del periodo citado -del gobierno revolucionario de excepción- comporta que el antijacobinismo proceda en el fondo, tan sólo, de la antirrevolución, primero, y del reaccionarismo, después.

Para sopesar históricamente la dictadura jacobina, no pueden obviarse tres elementos fundamentales:

a) La conciencia del carácter transitorio del gobierno de excepción -motivado por la guerra exterior y por la contrarrevolución interior-.

b) El permanente control institucional que ejercieron tanto el Parlamento elegido por sufragio como la Convención -elegida por el Parlamento- sobre el Comité de Salut Public y sobre el gobierno de excepción.

c) La convicción y profundidad democrática del pensamiento de Robespierre -figura clave de aquel periodo-. Con todo ello, no sólo se derrumban las interpretaciones totalitaristas del periodo, sino también las generalizaciones en torno al autoritarismo de los jacobinos.

Por lo que se refiere al centralismo, no hay que olvidar que en realidad se trata de una concepción política y administrativa del Estado que nace y culmina con el modelo surgido de la monarquía absoluta y legado por ella, y que la culminación del modelo de Estado moderno centralista postabsolutista no fue el de la revolución, sino el Estado napoleónico.

El estudio de los planteamientos federalistas de la Gironda, por su parte, ha mostrado la falacia de la contraposición de un supuesto federalismo girondino al centralismo jacobino (en realidad se trató más bien del intento de contraponer a la centralización parisiense la centralización en otra capital), y al mismo tiempo ha permitido descubrir una dimensión auténticamente federalista -y la primera, por tanto, en la política democrática- entre la dinámica de la ya mencionada red de sociedades jacobinas (lo que entre la historiografía se conoce ya como el federalismo jacobino).

No es extraño que, desde la revolución, el pensamiento contrarrevolucionario procurara impregnar la memoria histórica de aquel acontecimiento, con el estereotipo y el mito, demonizando a los protagonistas y presentando los sucesos como fruto de la conspiración del mal, de la arrogancia antirreligiosa y de la monstruosidad del racionalismo y la filosofía, considerados tan sólo como capaces de conducir al caos y a la anarquía…

Es curioso constatar cómo dicha interpretación del jacobinismo, cuyo inicio se remonta al abate Barruel, no sólo se prolonga en las corrientes conservadoras y reaccionarias de los siglos XIX y XX, sino también en quienes fueron sus más inmediatos beneficiarios. Así la burguesía, una vez consolidado el marco establecido por la dimensión burguesa de la revolución, no dudó en disimular, ignorar, olvidar, combatir y abjurar del carácter revolucionario de sus propios orígenes políticos.

De la misma manera, en la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo ante la llamada crisis de las ideologías y de las propias revoluciones de este siglo, los defensores a ultranza de la política neoliberal han tendido a asumir sin dificultad la reformulación de los postulados contrarrevolucionarios, a pesar de que la simplificación -o la militancia ideológica- de la historiografía que le ha dado soporte ha quedado claramente sobrepasada por las aportaciones de la investigación más rigurosa sobre el tema en los últimos 12 años.

Que a estas alturas incluso el diccionario de la Real Academia Española siga manteniendo una definición trasnochada e ideológicamente reaccionaria del concepto jacobino (según dicho diccionario, “dícese del individuo del partido más demagógico y sanguinario de Francia, en tiempos de la Revolución”), es sólo responsabilidad de aquella institución; ella sabrá hasta qué punto le conviene que la obra que debe darle crédito siga siendo un diccionario ideológico, o mejor dicho, ideológicamente comprometido… Pero que aquella definición la compartan los políticos elegidos democráticamente me lleva a pensar no sólo en la necesidad de desterrar los catecismos dogmáticos en que parecen inspirarse, sino también en la posible conveniencia de recuperar los elementales alfabetos político-republicanos que proliferaron durante la revolución jacobina, para que no se olvide, al menos, el abecedario de la democracia.

viernes, 10 de octubre de 2008

Muerte y resurrección del Sátiro del Raval.


Luego pasamos días y días cegados por el sol, reconfortándonos en su cálido remanso, disfrutando de las sutiles mieles de un reloj parado, pero que sibilinamente se había ubicado en nuestra sucia pared. Y un azaroso día, discretamente y casi timorato, pero cargado de ruin perfidia, el segundero voceó, casi sin darnos cuenta, y avanzó. ¡Como pudimos no hacerle caso!

Entonces pasaron los minutos, las horas y los días, y a cada paso de las agujas, nosotros éramos empujados con molesta brutalidad a avanzar con ellas. Pero el sol seguía brillando y nos embriagaba como un gintonic de Gordon's con Schweppes y unas rodajas de lima agria. Era como un mito de la caverna autoinducido.

La peor de las pesadillas nos había convertido, con la complicidad absurda de nuestra propia voluntad, en unos Prometeos hibernados, que disfrutaban de las fauces de los buitres ante la extraña visión de nuestras entrañas regeneradas. Y cada mañana sonaban los Byrds.

Pasó el invierno y llegó la primavera, sin lluvias, ni flores, ni noches de litrona, ni amaneceres de delirio. Y llegó también el verano y también se fue, confuso y triste. Nuestro latir sonaba ya al unísono con el protervo reloj, que tronaba con sonido aterrador a cada segundo, mecánicamente y uniforme, como los tambores de una galera de la que nos habíamos vuelto esclavos.

Pero entrado el otoño retumbaron las paredes de nuestra caverna con un aullido colosal, gigantesco, inconmensurable, infinito. Parecía talmente el sonido del bostezo de las tinieblas y de todos los infiernos juntos. Parecía talmente el despertar de todas las bestias hibernadas. Parecía talmente la ira de Dionísio, Sade, Hank y Van Doren.

Y ante nuestro asombro entumecido, atrapados entre una mezcla de pánico y fruición, derrumbó las paredes de la caverna soleada una tormenta oscura y fría, de vino y cerveza y gintonic y semen, de música sucia y bastarda, de pelos y pulgas y cucarachas y ratas. Y entre las grietas de las paredes se abrió paso poderoso, porfiado, ignominioso, y desgarbado, el Sátiro del Raval, atacado en furia, esputando sangre y flema, mirándonos con odio y compasión, con el rabo enhiesto en una mano y una botella de ron vacía en la otra.

Entonces nos habló con voz ronca y vehemente, y cada una de sus palabras arrancaba de nuestros cráneos piel, hueso, sangre y vida, y sentíamos desgarrarse nuestras entrañas y podrirse nuestros falos, y el Sátiro lamía nuestra sangre y comía nuestra piel y se jactaba de nuestra vida. Luego enmudeció su ira y se hizo la oscuridad.


Más tarde el Sátiro se recostó y, ya apacible, se relamió durante largo tiempo. De una bota de piel de cabra tragó galones de vino y, tras eructar generosamente, encendió un gran cigarro cuyo humo evadió la tormenta e hizo resplandecer un sol cálido y frío a la vez.

Sólo entonces logramos entreabrir los ojos y, casi extasiados, recibimos de sus patas la bota de piel de cabra, lúbrica y eterna. Y ávidamente sedientos, engullimos hasta casi desfallecer. Nos pareció intuir entonces una sonrisa en la ruda faz de nuestro mentor y, por fin, entendimos.

lunes, 6 de octubre de 2008

El Robe, Karl Marx y la conciencia de clase.



Volvemos gustosos sobre dos temas que son de nuestra predilección: El Robe, ese hombre (por no caer en el tentador latinajo) y artista y la conciencia de clase, ese básico concepto que tanto le debemos a Marx y, recordemos, tan denostado está. Como ya hemos apuntado, o cuanto menos insinuado en otras ocasiones, con mayor o menor claridad y acierto, el extremeño ha construido en torno a su banda un universo de libérrimo individualismo basado en una iconografía de la marginalidad, con mayores o menores cotas de originalidad y sinceridad, en las cuales no entramos, ya que no nos la damos de biógrafos (y ni ganas). El caso es que el personaje construido u ofrecido en su obra (como otros grandes artistas, como, por ejemplo, Charles Bukowsky, en otras ocasiones tratado en este espacio) nos permite entrar en la dualidad entre el hombre y el artista, en esta ocasión a través de una entrevista en la que se nos muestra al hombre desgajado del artista.

Resulta interesante la entrevista que hemos sacado vilmente del youtube porque nos muestra sin pudor la conciencia de clase del artista. Quizá nos sorprenda a muchos el posicionamiento sobre la "piratería musical" del autor de Pepe Botika o Estado Policial, pero ponerse a hacer una exégesis de la obra para juzgar su coherencia sería convertirse en una especie de censor hipócrita. Los posicionamientos se juzgan a través de la solidez de los argumentos.

Como decíamos, nos llamaba la atención la cándida transparencia con la que nos muestra su conciencia de clase. Marx decía con esa elocuencia que le caracterizaba, aquello de que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. No cabe duda, El Robe no nos habla como el marginal que no es, sino como el músico profesional que es y defiende sus intereses de clase, con mayor o menor soltura. La cuestión es que, como tal vez diría Marx, los avances digitales agudizan la lucha de clases entre profesionales de la música y usuarios dentro de una formación social en retroceso como es la construida en torno a las discográficas. Pero eso ya es otra historia.

Como aficionado a la música de Extremoduro lo que me preocupa es que en ese contraste entre la iconografía marginal que había caracterizado a la banda y esa conciencia de músico profesional, se pueda secar su fuente de inspiración. A pesar de que no he escuchado aún el nuevo disco más allá de las pinceladas brindadas en la gira, lo que he podido escuchar, más los largos años de retiro, no resulta alentador. ¿A qué suena, sino, este fragmento? Esperemos que sea el anuncio de una evolución.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El peso de la Historia

Desde la crisis de 1973 han dominado el escenario económico planteamientos llamados, con mayor o menor acierto, neoliberales, que tendían a menospreciar la intervención de los poderes públicos en el funcionamiento de la economía, en oposición al anterior paradigma surgido del famoso crack del 29, personalizado en el más famoso economista del s.XX, John M. Keynes y, no nos engañemos, con la vista puesta también en el comunismo.

Estamos hablando, pues, de posturas ideológicas que partían de la misma debilidad conceptual que se le había apreciado por sus opositores en los últimos 35 años pero el peso y el paso de la Historia ha sido inaplacable como una locomotora o un jugador de rugby. Discutir sus postulados era poco menos que ser un trasnochado. Pero como diría aquél con ese lenguaje que también sonará trasnochado, las propias contradicciones del sistema han puesto en evidencia estas dosis de hipócrita ideología (como diría ese decimonónico materialista con ese atino que le caracterizaba)que realmente encerraban intereses de clase (ay, las clases sociales, ese otro concepto que tantos pretenden también trasnochado). No se ha impuesto la alternativa, sino la demanda de intervención e incluso suspensión del libre mercado, cágate lorito, ha venido precisamente de quien ha ejercido de paladín del asunto.

Se repite con diametral elocuencia: tratan privatizar beneficios y socializar pérdidas. Pues claro, y ahí van los EE.UU. a inyectar, por lo pronto, un billoncete de dólares públicos para arreglar el desaguisado. Me parece correcto, quien tiene que responsabilizarse de los platos rotos es el que ha permitido que se hiciera equilibrismo con ellos. Más les vale tomar nota de que el mercado no es un virtuoso y, prácticamente, celestial equilibrio con un funcionamiento bello y armonioso cual gravitación universal. La coña falla cual castillo de naipes y más habitualmente de lo que pretenden hacer creer, lo que pasa es que normalmente no afecta a la cúspide del entramado, sino a los que pinchan y cortan menos.

EE.UU. quizá ha elegido mal momento para darle tanto juego a los equilibristas si no es causal la coincidencia. Con el orden mundial heredado del fin de la guerra fría en discusión, con China empezando a dar miedo a las potencias de siempre, la asunción de deuda a saco que apunta que implicará la acción puede ser crítica para su posición hegemónica. Con todo, no da la impresión de que se esté progresando, sino una mera dialéctica heraclitiana sin síntesis superadora que, como mucho, puede llevar al colapso del sistema con tanta confusión. Quién sabe, a lo mejor Marx al final tenía razón, sólo que tenía prisa. Ya pasa con la Historia.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La tal Conchita, crítica de cine

Para un ser que tiende al solipsismo como el que esto escribe, el invento decimonónico éste de la radio es una de las pocas ventanas virtuales (más allá de las reales que muestran, como entretenido reality show, el lumpen proletariat que preside la calle) que permiten contactar con eso que llaman la sociedad. Normalmente estas ventanas virtuales me reafirman en mi irredente solipsismo. Con la coña le hemos cogido gustillo a radio ciutat vella por su exquisita habilidad de mezclar jazz con death metal. Agosto, con ese delicioso aire de provisionalidad que destila, nos permitió disfrutar de la ausencia de verdadera programación y nos brindaban el ya mencionado hilo musical a todas horas, para solaz de los moradores del piso franco.

Desgraciadamente, con el septiembre, hemos vuelto a la tediosa normalidad, también en la programación. He tenido el placer de escuchar un programa sobre cine, llamado, no sé si irónicamente, Gran Angular, que tiene la dudosa habilidad de dotar de significado perfecto, cual mundo de las ideas de Platón, el término de radio de aficionados. Inigualable la destreza en contar improvisadamente películas de forma desordenada, abundando en la imprescindible muletilla no me acuerdo bien. Ha resultado particularmente entrañable ya que recordaba aquellos tiempos de infancia en los que ibas al cine y no contabas con suficientes recursos cognitivos para explicar luego a tu madre el argumento de la peli coherentemente.

Ha sido tal la falta de pericia que ha servido para divertirse especulando sobre el criterio de elección de los locutores. ¿serían los únicos que pasaran por ahí que se ofrecieran para ir regularmente al cine? ¿sería la suegra de algún capitoste de la radio (me refiero a la tal Conchita, que en sus inefables intervenciones era inevitable recordar a la típica tieta bocazas de turno) emperrada en difundir por las ondas hertzianas sus burdas y casi chavacanas opiniones cinematográficas? El mozo que la acompañaba, aparentemente más sensible y con mayor educación cinematográfica, parecía apenas poder disimular el sofoco y el tedio de tener que aguantarla. Si los responsables se encuentran con la casualidad de leer estas lineas, les ruego que contemplen la posibilidad de sugerirle a la tal Conchita que pase las tardes de miércoles jugando a la butifarra o a lo que tenga a bien la buena mujer.

La intervención estelar de la tal Conchita ha estado en su crítica de la lamentable película de Woody Allen Vicky, Cristina, Barcelona que la ha basado en hacer patente su indignación por mostrar, y cito textualmente, que Barcelona es España. Resultaría chocante si no fuese habitual por estos fueros, tanta consternación por la ausencia de la lengua catalana para hablar de la "identidad barcelonesa" (ella sabrá qué carajo es eso) por parte de un gringo que ahora empieza a salir de Manhattan (y apenas como turista), expresada por una señora que habla un catalán tan macarrónico, con una fonética y un léxico, trufado, mira tú por donde, de castellanismos de una forma bochornosa. Elocuente ha sido el momento en el que, explicándonos con su salero particular una peli de vaqueros, ha preguntado cómo se decía en catalán bandidu y ha empezado a soltar sinónimos en, claro, castellano: forajido, delincuente... Alguien le podía haber aclarado, para evitarle tan mayúsculo ridículo, que bien puede decir bandit en la lengua de Pompeu Fabra (yo imagino el dulce sadismo de su compañero callándose como un putas). En fin, retales de la Cataluña real. Uno a veces olvida a qué viene su animadversión al nacionalismo y ya me acuerdo: es mero cansancio por una impostura ridícula, gratuita y arrogante.

Hablando de ridículo, voy a aprovechar para no dejar de comentar por qué me resulta lamentable la dichosa peli de Woody Allen sin haberla visto. Ante todo por el lamentable espectáculo ofrecido por las fuerzas vivas locales de torpe provincianismo a lo bienvenido Mr. Marshall haciéndole la rosca al cómico neoyorquino (qué circunloquios más periodísticos, pardiez) por salir en la afoto, pagándole millonadas para que haga su populista peliculilla barcelonesa (supongo que como mera excusa de gozar de unas vacaciones pagadas en una ciudad de moda), por parte de unos politicastros que se llenan la boca con eso de apoyar la cultura catalana, pero a la hora de la verdad, ya vemos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

La extraña droga del hiperactivo

Aaaaaaaaah, qué placer, tras muchas jornadas de absurdo estrés, propiciado por la necedad inútil del DEA, vuelvo a disfrutar de mi holgazanería para que mi voluble capricho disponga con el menor de trabas posible.

Qué gran verdad que las grandes ideas vienen del ocio, algo a tener en cuenta en estos tiempos hiperactivos que corren, en los que nos imponemos voluntariamente actividades, aunque sea a través del eufemismo de aficiones o hobbies, para evitar conocernos y entendernos en nuestro medio. Al respecto recomiendo la lectura de la lentitud de Milan Kundera donde explica con su gracia particular las prisas como medio de olvido o de huida ante la reflexión.

Hay que aprender de los bichejos que, en su inmensa sabiduría, una vez satisfechas sus funciones vitales, ya sabes, mantenimiento del metabolismo y reproducción de sus genes, desconectan el organismo, apagan todo aquello que no les haga falta, es decir, duermen. Animal extraño, el hombre moderno, tan necesitado de actividad, con lo bien que hacen los bosquimanos !kung, que con unas 3-4 horas ya lo tienen todo hecho. ¿Será algo de esta absurda sociedad de consumo? Sin duda. ¿Cuánto tendríamos que currar si nos dedicaramos sólo a lo fundamental?

viernes, 29 de agosto de 2008

De la anécdota, categoría

Extraer de la anécdota categoría y reducir cualquier fenómeno a tal accidente no es solamente un problema epistemológico, sin duda, lo es también psicológico(aunque, bien mirado, habría que ver si la epistemología y la psicología es lo mismo). La cuestión es que es una falta de confianza y buen rollo agarrarse a esa anécdota para menospreciar a alguien. Eso nos obligaría a todos, precisamente, a procurar dar una imagen falsa, perfecta, eso sí, pero falsa cual duro sevillano. Y como nadie pretende ser un ejemplo moral para engrosar las bibliotecas de hagiografías edificantes, más vale hacer caso al cachondo aquel de la paja del ojo ajeno. Si la cuestión es tener ojeriza, asumámoslo, el odio es irracional y no tiene por qué nacer de la superioridad.

viernes, 22 de agosto de 2008

Relatos breves de verano tardío (I)

Tras una bucólica semana de baja médica, vuelvo a mi alienante puesto de trabajo. Para huir de la deshumanización de este campo de concentración laboral, acudo compulsivamente al lavabo. Para romper con esta flagrante enajenación, me toco mi cálida chorra, ya que me devuelve a mí mismo, separándome de cualquier vínculo espacio-temporal porque el calor de mi chorra es ubicuo, me acompaña en mi ser como mi alma. Después de ese contacto con mi substancia, de ese reencuentro conmigo mismo, con el que aprovecho para descargar algún líquido macilento, me lavo las manos y vuelvo al trabajo... y así hasta la próxima.

Tras presentar este texto, escrito en los momentos más bajos de mi espíritu, mi psiquiatra, el muy ruín, no ha querido firmarme la baja médica por depresión. ¡Os imagináis tamaña crueldad! Me consuelo, al menos, intentando colároslo como obra de arte.

lunes, 18 de agosto de 2008

La decadencia de Occidente

Vivíamos en el Piso Franco en una mansa indolencia en la que por desidia, dejadez o cómoda complacencia postergábamos sine die las tareas pendientes, perjudicando, como es por la inmensidad de la red sabido, la habitabilidad del habitáculo. En un inusual arranque hemos atajado de un plumazo la guarrería acumulada en todo este tiempo en áreas como el escritorio o la nevera, aún territorios vírgenes, qué duda cabe, mejorando la comodidad del piso. La verdad es que tras este inaudito episodio me he visto impelido hoy a mantener mínimamente la habitabilidad con puntuales fregoteos de rutina, antaño tan escasos. Ignoro cuánto durará este sorprendente celo y especulo que no demasiado.

La cuestión es que me recuerda viejas teorías historiográficas, obsoletas y denostadas, sobre el vigor de los pueblos y civilizaciones. Historias de decadencias morales arrasadas por un ímpetu externo o renovador. Se sabe que son visiones de la Historia simplistas y moralistas, fundamentadas en frívolas especulaciones psicologistas pero que resultan sugestivas. No voy a negar, por otro lado, el desinterés de la historiografía por la psicología social como elemento a tener en cuenta, pero esa ya es otra historia. De lo que se trata es que siento como si los bárbaros hubiesen arrasado el Imperio Romano. Entonces me pregunto con pavor si es el fin de los excesos orgiásticos y el triunfo de la recatada vida monacal. Un frío escalofrío recorre mi espalda. Confío en el natural hedonismo de la idiosincrasia del piso franco.

Sé que el título invita a una oportuna cita de la obra cumbre de Spengler, pero no nos vayamos a engañar, no tengo estómago para tragarme las 1416 paginazas de los dos volúmenes de La decadencia de Occidente ni soportar las paridas del muchacho.

sábado, 2 de agosto de 2008

Humor ambiguo



Uno de los mejores humores es el ambiguo, el que navega entre lo absurdo y lo creíble, haciéndote dudar de que realmente pueda haber sucedido. No he podido resistirme a colgar este grandioso gag en el que se muestra -valga el tópico- la capacidad de los estadounidenses de reirse de si mismos. Es imposible no dudar de que sea verídico.

jueves, 10 de julio de 2008

Alienación gastronómica

En aras de nuestro amor por la antropología, El Honrado Consejo del Pisofranco ha enviado un comité al McDonald's de la Rambla a llevar a cabo una sesuda observación participante para disponer de mayor información de tan curioso fenómeno cultural como son las multinacionales de la hamburguesa. Hay que decir que el reto ha llevado al límite a mi organismo, un ejemplo de lo que es capaz de realizar el ser humano por sus ansias de conocimiento, hasta el punto de poner en peligro el investigador su propia integridad física al experimentar consigo mismo, como hizo en su momento, por poner un ejemplo, Marie Curie.

Sí, la experiencia ha sido dura, casi traumática, sólo superada por la compasión que genera el pensar que estas substancias componen una parte fundamental de la alimentación de millones de seres humanos. Mucho más liberadora el hambre, que nos humaniza ubicando en su lugar las necesidades del ser humano. Mucho más envilecedora la obesidad generada por la sobrealimentación a través de esta pseudo-comida. Panem et circenses, que decían aquellos. ¿Pero cómo sería realmente el pan romano?

Gracias a esta vivencia he podido ser más condescendiente con los estadounidenses. He entendido que una población que tiene esta cosa de base de su nutrición sólo puede generar una sociedad disfuncional. Tras ingerir un menú al uso, he sentido el potencial de esos productos de generar alteraciones hormonales, desequilibrios gástricos, perturbaciones mentales... He percibido aterrado que basar mi alimentación en esas substancias me induciría una agresividad que sin duda desembocaría en una sociopatía peligrosa y violenta.

Lo sé, son unas apreciaciones que rayan el lugar común, pero no nos engañemos, una verdad por conocida, por mil veces repetida, no deja de ser reveladora. Las cosas como son, no me las doy de gourmet adorador de las ocurrencias de un Ferran Adrià al uso. Fundamentalmente, concurro locales de comida sencilla: el pollo a l'ast de los filipinos de la esquina, los dürum de los turcos del final de la calle, las tapas de los gallegos de más allá... Comida con fundamento, en definitiva.

Pero estos señores del McDonald's despachan una comida que parece inspirada en las películas futuristas más tétricas y desoladoras (de hecho, pienso en la crepuscular película de Charlton Heston Cuando el destino nos alcance, también comocida en inglés como Soylent Green): Una enorme masa de pan dulce, embadurnada de una aún más edulcorada e indefinida salsa que procuran disimular la falta de substancia de un cacho minúsculo de carne chamuscada, insípida, de textura acartonada. Semejante explosión para los sentidos va acompañada de unos mazacotes de supuestas patatas fritas que resultan harinosas y que van aderezadas, nuevamente, por otra insulsa salsurris almizclada. Al menos tuve la prevención de regar tal engendro con cerveza. ¡Ni imaginar las repercusiones de la mezcla con coca-cola!

Estos establecimientos constituyen auténticas distopías del presente, espacios donde alienar los sentidos del ser humano, y con ello, su espíritu. Cuán importante es la alimentación y hasta que punto deshumanizan estas hambugueserías, sumiendo al consumidor en algo más grave que una infantización, en algo cercano a una bestialización alimentaria, reduciendo el paladar a una mera profusión de azúcares. Qué alienación padecen aquellos que sólo conocen esta cultura gastronómica. Tristes resultan esos guiris que, independientemente de donde se encuentren, acuden, cegados y sin interés por ver otros horizontes, en manada a estos locales.

Sin duda, una nutrición basada en estas aberraciones culinarias sólo puede inducir al embotamiento del individuo. Qué vileza por parte de esos padres que ceden al poder de la publicidad y la comodidad llevando a sus retoños a estos establecimientos. Tan celosas son de la salud pública las autoridades para prohibir las drogas y todavía no han sumido en la ilegalidad estas hamburgueserías. ¡Cuánta hipocresía!

jueves, 26 de junio de 2008

De nuevo, entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Jazz y rock; Milan Kundera y Robe Iniesta

Con la elocuencia que le caracteriza, Milan Kundera nos ilumina con las siguientes palabras:

En los conciertos de jazz se aplaude. Aplaudir quiere decir: te he escuchado atentamente y ahora te manifiesto mi estima. La llamada música rock cambia la situación. Hecho importante: en los conciertos de rock no se aplaude. Sería casi un sacrilegio aplaudir y dar así a entender la distancia crítica entre el que toca y el que escucha; en ellos no se está para juzgar y apreciar, sino para entregarse a la música, para gritar junto con los músicos, para confundirse con ellos; en ellos se busca la identificación, no el placer; la efusión, no la felicidad. En ellos uno se extasía: el ritmo se marca con fuerza y regularidad, los motivos melódicos son cortos e incesantemente repetidos, no hay contrastes dinámicos, todo es fortissimo, el canto prefiere los registros más agudos y recuerda el grito. Ya no se está en los pequeños dancings en los que la música encierra a las parejas en su intimidad; ahora estamos en grandes salas, en estadios, apretados los unos contra los otros, y, cuando se baila encajonado, no hay pareja: cada uno hace sus movimientos a la vez solo y con todos. La música transforma a los individuos en un único cuerpo colectivo: hablar aquí de individualismo y hedonismo no es sino una de las automistificaciones de nuestra época, que quiere verse (como por otra parte lo quieren todas las épocas) distinta de lo que es.
Kundera, Milan: Los Testamentos Traicionados. Barcelona, editorial Tusquets, 2003, p. 99-100.

Resulta enternecedor cómo el bueno de Kundera nos transporta, a través de la cultura de masas, de una forma más o menos inconsciente, a la entrañable dicotomía típica de la cultura/civilización (por eso de evitar el peñazo y vácuo debate franco-germánico entre cultura y civilización) occidental que se sacó de la manga el soso de Aristóteles y refrescó el personajillo entrañable de Nietzsche. Desde luego, Milan atina como acostumbra en su observación. Tampoco es una reflexión precisamente original. La cuestión reside en que el ingenioso escritor se ve impelido a tan académica distinción y apenas logra disimular sus preferencias, el muy apolíneo de él.


El Honrado Consejo del Piso Franco tuvo a bien desplazarse hasta la inhóspita y salvaje ciudad de Reus para comprobar los extremos de un concierto de esa llamada música rock que nos describe Kundera a través, ya que nos ponemos, de ese grupo que se hace llamar Extremoduro que tan caro es para nosotros. Las conclusiones que sacamos de la observación participante llevada a cabo son demoledoras. No vamos a decir que el bueno de Milan no tiene ni idea (aunque nos lo pueda pedir el cuerpo serrano y se deje llevar por juicios precipitados) ya que para gustos los colores y algo hay de generacional (que mi santo padre, sin ir más lejos, se pirra por un concierto de Serrat y tampoco entiende el rock).


Con el permiso del novelista, nos permitimos considerar lo que nos ofrecen estos señores un verdadero espectáculo, no total, como dirían los modernistas, pero sí muy completo. Efectivamente, el público no resulta un mero espectador que fríamente juzga y aprueba a través del aplauso, sino que participa y se implica, siendo una parte sustancial del ambiente. No es sólo un mero placer para melómanos exigentes, es también una liturgia espectacular en la que entran múltiples elementos. De esta forma, el músico se convierte, a su vez, en un maestro de ceremonias obligado a marcar los tiempos generando empatía con el universo estético montado en torno a la banda.


En esto es un gran especialista el tal Robe Iniesta, que se ha creado un personaje, entre hombre y mito, que da significado al grupo, formando parte consustancial del universo estético de Extremoduro, íntimamente coherente en sí mismo, parte de una manifestación artística que incorpora más elementos que los meramente musicales. Es música, sí, pero también poesía, escenificación, representación y manifestación de un sentir consecuente con su tiempo.


Estamos, pues, ante una música que lleva a las emociones, que empatiza y te hace comulgar con el músico y el resto de asistentes, envolvíendo el ambiente. Entiendo perfectamente que no gusten sus conciertos, porque son absorventes y no dirigidos a catecúmenos. Son espectáculos, entrando en la dicotomía mencionada, dionisíacos. Nada que ver con la serenidad apolínea de Kundera.



Coda: Teníamos preparado un video del concierto mencionado que ilustraría convenientemente lo dicho, pero estamos pendientes de los retoques oportunos ya que el sonido está saturado y se oye fatal. Cuando esté listo, lo compartiremos con la inmensidad de la red.

viernes, 13 de junio de 2008

Volviendo al viejo Hank

En anteriores entregas, ya habíamos comentado que el viejo Hank era un referente moral en el Piso Franco. No en balde, nos ofrece una impagable cobertura ideológica. Valga como ejemplo el siguiente pasaje de su novela Mujeres:

-La primera cosa que me gustó de ti -me dijo Lydia-, fue que no tuvieras televisión en casa. Mi ex marido se pasaba todas las noches y todos los fines de semana viendo la televisión. Hasta teníamos que supeditar el sexo a los horarios de televisión.
-Humm...
-Otra cosa que me gustó de tu casa fue que estaba guarra, con botellas de cerveza por todo el suelo y montones de basura por todas partes. Platos sucios, manchas de mierda en el retrete, costras en la bañera, todas esas cuchillas de afeitar oxidadas tiradas por el lavabo. Supe que serías capaz de comerme el coño.
Bukowski, charles: Mujeres. Barcelona, editorial Anagrama,1994. p. 22.

Nuestra innata humildad no nos permite presumir de nuestras habilidades amatorias (aunque permítanme aclarar que en el Piso Franco siempre estamos dispuestos para la deliciosa actividad del cunnilingus y años de experiencia nos avalan), la cuestión es que nuestros habituales sin duda no podrán evitar las comparaciones. No voy a ser yo el que relacione las sublime actividad sexual mencionada con las condiciones del hábitat, pero sí que voy a reconocer el capote de legitimidad que nos brinda el bueno de Hank. Así que, no se nos quejen tanto de las cucarachas.

lunes, 9 de junio de 2008

Lo obsceno en la moral de masas en la sociedad de la información

Tengo una sensibilidad extraña, lo reconozco. En múltiples ocasiones me veo asediado por mis emociones sin esperarlo ni comprenderlo. Asumirlo y no verme dominado por ello supongo que es el reto de madurar.

Por casualidades de la red, me he visto ojeando lo que me ofrecía un invento cibernético, creado por una poderosa corporación informática, llamado my space. Sin comerlo ni beberlo, me he visto ante las diferentes fotos que han ido colgando, a mi modo de sentir, obscénamente, diferentes conocidos en grados diversos, recopilados en la red de contactos de una cuenta de correo.

El sentido del pudor es diverso como la moral. Para mi sensibilidad, resulta mucho más obsceno y sofocante compartir momentos de intimidad personal, vacaciones, celebraciones familiares... que otros habitualmente considerados impúdicos, como la desnudez o directamente, el acto sexual. La desnudez, o directamente, cualquier motivo mínimamente lúbrico, difícilmente trascenderá los impulsos sexuales del espectador, o la mera repulsa en caso de ser una visión desagradable.

Ahora bien, mostrar detalles de la vida personal, sin afán artístico, como mero testimonio, es trasladar etapas de la vida que implicaron cierto significado para el sujeto, pero que al espectador ajeno, ignorante de ese valor, se le antojaran, poco más o menos, muestras vanas de momentos intrascendentes que pueden generar vergüenza o desazón, al palpar de forma manifiesta la intrascendencia del individuo en una sociedad de masas, al reproducir instantáneas comunes, repetidas hasta la saciedad, de un cumpleaños con tarta, el nacimiento de un familiar desconocido, o unas vacaciones en la playa.

En definitiva, es impúdico al no saber diferenciar entre lo familiar y lo extraño, al no entender que hay público que disfrutará viendo esas fotos, ya que compartirá el significado de las mismas y otro que se sentirá vacío y más ajeno del sujeto del que, en un principio, podía sentir, al percibir de forma clara la distancia que realmente hay.


***Empiezo a pensar que tendría que hacerme con un biombo, para hacer un espacio en la habitación filosofía para el bello campo de la moral. Reflexionaré al respecto.***

miércoles, 7 de mayo de 2008

Satusfacción

Hoy me he dedicado a una de mis mayores aficiones, uno de esos placeres que te reconcilian con el mundo. Sí, efectivamente, hoy he consagrado la tarde al dolce fer niente, con total voluptuosidad, con mayúsculo descaro. No es que anduviera inmerso en una actividad estajanovista como en otros tiempos, pero sí, me he quitado recientemente de encima una incómoda carga, de esas que te permiten pasar página de una mera fuente de tedio.

Así es, como el lector perspicaz habrá imaginado, ya me he quitado de encima el vano CAP. En breve las autoridades competentes, Dios mediante, certificarán mi supuesta, aunque indudable, aptitud pedagógica, para que pueda campar por los institutos de este país dando lecciones de moderación a los incautos mozalbetes. Con la satisfacción del deber cumplido, casi la misma que debió sentir precipitada y frívolamente nuestro querido Bush cuando osó clamar aquello de misión cumplida (por más que evoque aquello de risión cumplida de los pirados de Mamá Ladilla) con lo de Irak, me he sumido en un gozoso stand by de ocio y siesta, cogiendo fuerzas y espíritu para la siguiente tarea vanal pero ineludible: cubrir el expediente con la parida esa del DEA (menudo festival de siglas pretenciosas y hueras que me estoy tragando), dándole, así, gusto al Estado para que me permita formar parte de sus cohortes.

Tras este paréntesis, aprovechado para compartir con la inmensidad de la red mi dicha, vuelvo a mi actividad ya mencionada, con la deliciosa lectura del bueno de Jacques Le Goff.

Sean buenos.

domingo, 4 de mayo de 2008

Concurso de micro-relatos

El de los micro-relatos es un formato que está muy de moda últimamente. Se sabe que en el piso franco toda moda resulta efímera, pero como estamos todos atacados de egolatría, pues para no ser menos, lanzamos nuestra modesta contribución al género que, cual Quijote, significará un punto de inflexión en la historia de la literatura:

"SMS: -Son las 4 de la madrugada y todavía no me has escrito. ¿Ya no me quieres? No piensas en mí. Ya no es como antes..."

sábado, 26 de abril de 2008

Stand by

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.

Ideario, de Francisco M. Ortega, del libro Cuenta atrás.

jueves, 10 de abril de 2008

Los valores de la escuela

Es por todos sabido que de un tiempo a esta parte se ha establecido como moda en los círculos pedagógicos el insistir en la educación en valores contraponiéndola e infravalorando con ello los llamados contenidos. Tal planteamiento olvida que el mayor valor de la escuela es el conocimiento como fundamental vía para la igualdad y la emancipación del individuo. Parece que la pretensión es establecer una especie de catecismo laico con el que exhortar a los nenes a ser regidos por buenos sentimientos, lo cual sólo parece hallar reacción por parte de los representatantes del catecismo de toda la vida, el católico, para asegurar que el campo de la moral es espacio de la familia, un planteamiento aún más perverso que sume todavía más al individuo. Y es que la moral es patrimonio del individuo y la cuestión es que cada uno pueda construir la suya propia lo más sólidamente posible, con los mayores elementos de juicio posible.

La cuestión es que tan voluntariosos pedagogos diríase que juzgan las distintas disciplinas académicas que se imparten como algo gratuito y arbitrario, un mero marco donde llevar a cabo terapias de grupo. Pero el estudio de la ciencia no es algo ni mucho menos gratuito ni exento de valores fundamentales. La responsabilidad, el afán de superación, el racionalismo, el trabajo metódico y, en definitiva, el conocimiento del medio que nos rodea y sus principales instrumentos son, sin lugar a dudas, los principales valores a inculcar a cualquier persona y, desde luego, de cualquier institución académica. El tener que decir esto, a estas alturas, resulta una recesión.

Nada es más reaccionario que socavar la fundamental función de la educación de permitir la igualdad de oportunidades, construyendo de esta forma una sociedad meritocrática. Pocos axiomas tengo en esta vida, pero uno incuestionable es el inmenso valor de una educación pública potente. No es casualidad que los países más prósperos e igualitarios mimen su educación pública y sea ésta dominante. Nada resulta más agotador y desolador que tener que insistir constantemente en ello.

sábado, 15 de marzo de 2008

"Hay que mantener la tensión"

El 9 de marzo tuvieron lugar las elecciones generales, en un principio, máxima expresión de la soberanía popular, apoteosis de la democracia y de la pluralidad de la sociedad. Pero, ¿alguien tiene claro qué es lo que se votó en estas elecciones? En un principio se eligieron los representantes para la próxima legislatura de las Cortes Generales, pero los españoles llamados al voto no hemos tenido demasiadas oportunidades de conocer los proyectos y prioridades que planteaban las principales fuerzas políticas que concurrían en estas elecciones para los próximos cuatro años. Eso, parece ser, era lo de menos, la cuestión estaba en ver quién era laureado con la presidencia del gobierno, algo que, en un principio escogen los ilustres diputados.

De hecho, se han presentado estas elecciones como una suerte de concurso de belleza un tanto peculiar. El PSOE lo ha tenido claro, antes de proponer nada, no vaya a ser que desagrade a alguien, se ha dedicado en la campaña electoral a compararse con el PP. El PP, por su parte, ha procurado atraer el descontento respecto al PSOE. De esta forma, las dos formaciones políticas más poderosas se han entregado a competir por ver quién de los 2 era el menos feo. Con semejante panorama y con una puesta en escena especialmente burda -cómo olvidar el engendro que poblaba las vallas publicitarias con el "si tú no vas, ellos vuelven"- se antojaba complicado que movilizaran al electorado. De ahí la necesidad que en un principio se le escapó al candidato socialista por Madrid al finalizar una entrevista televisiva de "mantener la tensión", como si de una novela de misterio mediocre se tratase. Por supuesto, como en toda novela de misterio que se precie, contamos con un giro inesperado -con asesinatos sorprendentes y todo- que nos brindó la tensión dramática que se requería -huérfana incluida-, en este caso, para acudir en masa a las urnas.

Así pues, 25.514.671 españoles fueron a votar, el 75% del censo, de los cuales 11.064.524 al PSOE y 10.169.973 al PP. Un éxito de la puesta en escena, sin lugar a dudas, pero no sé en qué situación deja a la desvirtuada democracia española. Siempre había preferido un régimen parlamentario sobre uno presidencialista, porque resulta, en un principio, menos personalista y más deliberativo, pero cuando el funcionamiento pierde su lógica inicial y adquiere, como es el caso, un planteamiento presidencialista en una estructura parlamentaria, se desvirtúa el sistema y se convierte en algo disfuncional. ¿Cuántos de esos millones de votantes acudieron en clave presidencialista? Un misterio. Lo que sí que está claro, es que no era exactamente una elección entre Zapatero y Rajoy para lo que nos habían convocado el 9 de marzo, por lo que si se separase la elección del presidente del gobierno de la elección para las Cortes Generales, cuanto menos, separaríamos el concurso de belleza de la elección de los diputados, con lo que al menos se sabría qué estamos votando.

martes, 19 de febrero de 2008

Orfandad cibernética

Sumidos en letargo invernal cual admirados osos, hemos osado dejar en una decadente orfandad cibernética al malogrado blog del Piso franco. Posiblemente es de admirar el tesón que pone la gente en las cosas y en particular en eso de actualizar sus blogs personales. Pero el respetable comprenderá, si ha tenido ocasión de familiarizarse con el cortoplacismo, que es una cuestión de coherencia intelectual, especialmente en aquello que uno ejercita como diletante, que a falta de especial inspiración o energía, más vale centrarse en otros menesteres. En definitiva, qué queréis que os diga: Sí, hemos estado excepcionalmente vagos. La casa sigue en el estado de insalubridad acostumbrado y advierto a la concurrencia que la situación no tiene visos de cambiar. Ya se verá. De momento suelto alguna letruja para ejercitar los músculos de la mano con alguna actividad que requiera movimientos diferentes al del onanismo habitual.

jueves, 7 de febrero de 2008

Relaciones sociales dominantes y recesivas

Karl Marx, en su inmensa sabiduría, ya percibió la capacidad de las relaciones sociales dominantes de configurar el resto de relaciones sociales a través de lo que tuvo a bien llamar ideología. De esta forma, en nuestra bendita sociedad de consumo con una velocidad pasmosa se ha concebido la actividad política, teóricamente canal de participación en relación de igualdad de los individuos en lo común, como una relación mercantil. De esta forma, los partidos políticos son percibidos, y como tal se comportan, como organizaciones que ofrecen servicios políticos de la misma forma que una operadora telefónica ofrece linea. Así pues, lo único que diferencia al PSOE de Movistar es el mercado en el que se desarrolla. Pero la organización, las técnicas y la ambición de ocupar su cuota de mercado en un sistema decididamente oligopólico son, en gran medida, las mismas. De la misma forma que se entiende la relación profesional del perversamente llamado capital humano de una gran corporación, la actividad política en un partido político se concibe como un medio de promoción personal. Pobre del idealista obsoleto convencido de su responsabilidad de participar, implicarse e influir en la vida democrática militando en un partido político, ya que será visto con sospecha, al menos, como un interesado.

Pero esta percepción de la militancia en un partido político no hace sino profundizar en este vicio tan atinadamente denostado y, ciertamente, tan generalizado. Precisamente, si dejamos la actividad política a los trepas mediocres no sólo expulsamos de ese ámbito importante a la gente válida, con principios y capacidad, sino que daremos legitimidad a que, efectivamente, la política se aleje de la sociedad y sus retos para convertirse en un medio de promoción personal. Efectivamente, para que la democracia no se desvirtúe y sea efectiva, se requiere que los partidos políticos sean los canales de representación de la sociedad y para ello es imperativo un control de la misma. Cuanto más implicada esté la sociedad en la política, más responderá a sus necesidades. Cuanto más denostados estén los partidos políticos, como mero medio de promoción personal, mayor camino expedito se le deja a las redes clientelares habituales. Porque aquí reside una de las paradojas de nuestro tiempo. A pesar de un capitalismo que lo impregna todo, hasta el punto de convertirse la política en un mercado más, precisamente los partidos políticos se han convertido en el último reducto del feudalismo, ya que es una estructura social que se basa en la mera fidelidad, en este caso, al aparato del partido.