la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


martes, 19 de febrero de 2008

Orfandad cibernética

Sumidos en letargo invernal cual admirados osos, hemos osado dejar en una decadente orfandad cibernética al malogrado blog del Piso franco. Posiblemente es de admirar el tesón que pone la gente en las cosas y en particular en eso de actualizar sus blogs personales. Pero el respetable comprenderá, si ha tenido ocasión de familiarizarse con el cortoplacismo, que es una cuestión de coherencia intelectual, especialmente en aquello que uno ejercita como diletante, que a falta de especial inspiración o energía, más vale centrarse en otros menesteres. En definitiva, qué queréis que os diga: Sí, hemos estado excepcionalmente vagos. La casa sigue en el estado de insalubridad acostumbrado y advierto a la concurrencia que la situación no tiene visos de cambiar. Ya se verá. De momento suelto alguna letruja para ejercitar los músculos de la mano con alguna actividad que requiera movimientos diferentes al del onanismo habitual.

jueves, 7 de febrero de 2008

Relaciones sociales dominantes y recesivas

Karl Marx, en su inmensa sabiduría, ya percibió la capacidad de las relaciones sociales dominantes de configurar el resto de relaciones sociales a través de lo que tuvo a bien llamar ideología. De esta forma, en nuestra bendita sociedad de consumo con una velocidad pasmosa se ha concebido la actividad política, teóricamente canal de participación en relación de igualdad de los individuos en lo común, como una relación mercantil. De esta forma, los partidos políticos son percibidos, y como tal se comportan, como organizaciones que ofrecen servicios políticos de la misma forma que una operadora telefónica ofrece linea. Así pues, lo único que diferencia al PSOE de Movistar es el mercado en el que se desarrolla. Pero la organización, las técnicas y la ambición de ocupar su cuota de mercado en un sistema decididamente oligopólico son, en gran medida, las mismas. De la misma forma que se entiende la relación profesional del perversamente llamado capital humano de una gran corporación, la actividad política en un partido político se concibe como un medio de promoción personal. Pobre del idealista obsoleto convencido de su responsabilidad de participar, implicarse e influir en la vida democrática militando en un partido político, ya que será visto con sospecha, al menos, como un interesado.

Pero esta percepción de la militancia en un partido político no hace sino profundizar en este vicio tan atinadamente denostado y, ciertamente, tan generalizado. Precisamente, si dejamos la actividad política a los trepas mediocres no sólo expulsamos de ese ámbito importante a la gente válida, con principios y capacidad, sino que daremos legitimidad a que, efectivamente, la política se aleje de la sociedad y sus retos para convertirse en un medio de promoción personal. Efectivamente, para que la democracia no se desvirtúe y sea efectiva, se requiere que los partidos políticos sean los canales de representación de la sociedad y para ello es imperativo un control de la misma. Cuanto más implicada esté la sociedad en la política, más responderá a sus necesidades. Cuanto más denostados estén los partidos políticos, como mero medio de promoción personal, mayor camino expedito se le deja a las redes clientelares habituales. Porque aquí reside una de las paradojas de nuestro tiempo. A pesar de un capitalismo que lo impregna todo, hasta el punto de convertirse la política en un mercado más, precisamente los partidos políticos se han convertido en el último reducto del feudalismo, ya que es una estructura social que se basa en la mera fidelidad, en este caso, al aparato del partido.