la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


sábado, 15 de marzo de 2008

"Hay que mantener la tensión"

El 9 de marzo tuvieron lugar las elecciones generales, en un principio, máxima expresión de la soberanía popular, apoteosis de la democracia y de la pluralidad de la sociedad. Pero, ¿alguien tiene claro qué es lo que se votó en estas elecciones? En un principio se eligieron los representantes para la próxima legislatura de las Cortes Generales, pero los españoles llamados al voto no hemos tenido demasiadas oportunidades de conocer los proyectos y prioridades que planteaban las principales fuerzas políticas que concurrían en estas elecciones para los próximos cuatro años. Eso, parece ser, era lo de menos, la cuestión estaba en ver quién era laureado con la presidencia del gobierno, algo que, en un principio escogen los ilustres diputados.

De hecho, se han presentado estas elecciones como una suerte de concurso de belleza un tanto peculiar. El PSOE lo ha tenido claro, antes de proponer nada, no vaya a ser que desagrade a alguien, se ha dedicado en la campaña electoral a compararse con el PP. El PP, por su parte, ha procurado atraer el descontento respecto al PSOE. De esta forma, las dos formaciones políticas más poderosas se han entregado a competir por ver quién de los 2 era el menos feo. Con semejante panorama y con una puesta en escena especialmente burda -cómo olvidar el engendro que poblaba las vallas publicitarias con el "si tú no vas, ellos vuelven"- se antojaba complicado que movilizaran al electorado. De ahí la necesidad que en un principio se le escapó al candidato socialista por Madrid al finalizar una entrevista televisiva de "mantener la tensión", como si de una novela de misterio mediocre se tratase. Por supuesto, como en toda novela de misterio que se precie, contamos con un giro inesperado -con asesinatos sorprendentes y todo- que nos brindó la tensión dramática que se requería -huérfana incluida-, en este caso, para acudir en masa a las urnas.

Así pues, 25.514.671 españoles fueron a votar, el 75% del censo, de los cuales 11.064.524 al PSOE y 10.169.973 al PP. Un éxito de la puesta en escena, sin lugar a dudas, pero no sé en qué situación deja a la desvirtuada democracia española. Siempre había preferido un régimen parlamentario sobre uno presidencialista, porque resulta, en un principio, menos personalista y más deliberativo, pero cuando el funcionamiento pierde su lógica inicial y adquiere, como es el caso, un planteamiento presidencialista en una estructura parlamentaria, se desvirtúa el sistema y se convierte en algo disfuncional. ¿Cuántos de esos millones de votantes acudieron en clave presidencialista? Un misterio. Lo que sí que está claro, es que no era exactamente una elección entre Zapatero y Rajoy para lo que nos habían convocado el 9 de marzo, por lo que si se separase la elección del presidente del gobierno de la elección para las Cortes Generales, cuanto menos, separaríamos el concurso de belleza de la elección de los diputados, con lo que al menos se sabría qué estamos votando.