la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


viernes, 29 de agosto de 2008

De la anécdota, categoría

Extraer de la anécdota categoría y reducir cualquier fenómeno a tal accidente no es solamente un problema epistemológico, sin duda, lo es también psicológico(aunque, bien mirado, habría que ver si la epistemología y la psicología es lo mismo). La cuestión es que es una falta de confianza y buen rollo agarrarse a esa anécdota para menospreciar a alguien. Eso nos obligaría a todos, precisamente, a procurar dar una imagen falsa, perfecta, eso sí, pero falsa cual duro sevillano. Y como nadie pretende ser un ejemplo moral para engrosar las bibliotecas de hagiografías edificantes, más vale hacer caso al cachondo aquel de la paja del ojo ajeno. Si la cuestión es tener ojeriza, asumámoslo, el odio es irracional y no tiene por qué nacer de la superioridad.

viernes, 22 de agosto de 2008

Relatos breves de verano tardío (I)

Tras una bucólica semana de baja médica, vuelvo a mi alienante puesto de trabajo. Para huir de la deshumanización de este campo de concentración laboral, acudo compulsivamente al lavabo. Para romper con esta flagrante enajenación, me toco mi cálida chorra, ya que me devuelve a mí mismo, separándome de cualquier vínculo espacio-temporal porque el calor de mi chorra es ubicuo, me acompaña en mi ser como mi alma. Después de ese contacto con mi substancia, de ese reencuentro conmigo mismo, con el que aprovecho para descargar algún líquido macilento, me lavo las manos y vuelvo al trabajo... y así hasta la próxima.

Tras presentar este texto, escrito en los momentos más bajos de mi espíritu, mi psiquiatra, el muy ruín, no ha querido firmarme la baja médica por depresión. ¡Os imagináis tamaña crueldad! Me consuelo, al menos, intentando colároslo como obra de arte.

lunes, 18 de agosto de 2008

La decadencia de Occidente

Vivíamos en el Piso Franco en una mansa indolencia en la que por desidia, dejadez o cómoda complacencia postergábamos sine die las tareas pendientes, perjudicando, como es por la inmensidad de la red sabido, la habitabilidad del habitáculo. En un inusual arranque hemos atajado de un plumazo la guarrería acumulada en todo este tiempo en áreas como el escritorio o la nevera, aún territorios vírgenes, qué duda cabe, mejorando la comodidad del piso. La verdad es que tras este inaudito episodio me he visto impelido hoy a mantener mínimamente la habitabilidad con puntuales fregoteos de rutina, antaño tan escasos. Ignoro cuánto durará este sorprendente celo y especulo que no demasiado.

La cuestión es que me recuerda viejas teorías historiográficas, obsoletas y denostadas, sobre el vigor de los pueblos y civilizaciones. Historias de decadencias morales arrasadas por un ímpetu externo o renovador. Se sabe que son visiones de la Historia simplistas y moralistas, fundamentadas en frívolas especulaciones psicologistas pero que resultan sugestivas. No voy a negar, por otro lado, el desinterés de la historiografía por la psicología social como elemento a tener en cuenta, pero esa ya es otra historia. De lo que se trata es que siento como si los bárbaros hubiesen arrasado el Imperio Romano. Entonces me pregunto con pavor si es el fin de los excesos orgiásticos y el triunfo de la recatada vida monacal. Un frío escalofrío recorre mi espalda. Confío en el natural hedonismo de la idiosincrasia del piso franco.

Sé que el título invita a una oportuna cita de la obra cumbre de Spengler, pero no nos vayamos a engañar, no tengo estómago para tragarme las 1416 paginazas de los dos volúmenes de La decadencia de Occidente ni soportar las paridas del muchacho.

sábado, 2 de agosto de 2008

Humor ambiguo



Uno de los mejores humores es el ambiguo, el que navega entre lo absurdo y lo creíble, haciéndote dudar de que realmente pueda haber sucedido. No he podido resistirme a colgar este grandioso gag en el que se muestra -valga el tópico- la capacidad de los estadounidenses de reirse de si mismos. Es imposible no dudar de que sea verídico.