la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


viernes, 10 de octubre de 2008

Muerte y resurrección del Sátiro del Raval.


Luego pasamos días y días cegados por el sol, reconfortándonos en su cálido remanso, disfrutando de las sutiles mieles de un reloj parado, pero que sibilinamente se había ubicado en nuestra sucia pared. Y un azaroso día, discretamente y casi timorato, pero cargado de ruin perfidia, el segundero voceó, casi sin darnos cuenta, y avanzó. ¡Como pudimos no hacerle caso!

Entonces pasaron los minutos, las horas y los días, y a cada paso de las agujas, nosotros éramos empujados con molesta brutalidad a avanzar con ellas. Pero el sol seguía brillando y nos embriagaba como un gintonic de Gordon's con Schweppes y unas rodajas de lima agria. Era como un mito de la caverna autoinducido.

La peor de las pesadillas nos había convertido, con la complicidad absurda de nuestra propia voluntad, en unos Prometeos hibernados, que disfrutaban de las fauces de los buitres ante la extraña visión de nuestras entrañas regeneradas. Y cada mañana sonaban los Byrds.

Pasó el invierno y llegó la primavera, sin lluvias, ni flores, ni noches de litrona, ni amaneceres de delirio. Y llegó también el verano y también se fue, confuso y triste. Nuestro latir sonaba ya al unísono con el protervo reloj, que tronaba con sonido aterrador a cada segundo, mecánicamente y uniforme, como los tambores de una galera de la que nos habíamos vuelto esclavos.

Pero entrado el otoño retumbaron las paredes de nuestra caverna con un aullido colosal, gigantesco, inconmensurable, infinito. Parecía talmente el sonido del bostezo de las tinieblas y de todos los infiernos juntos. Parecía talmente el despertar de todas las bestias hibernadas. Parecía talmente la ira de Dionísio, Sade, Hank y Van Doren.

Y ante nuestro asombro entumecido, atrapados entre una mezcla de pánico y fruición, derrumbó las paredes de la caverna soleada una tormenta oscura y fría, de vino y cerveza y gintonic y semen, de música sucia y bastarda, de pelos y pulgas y cucarachas y ratas. Y entre las grietas de las paredes se abrió paso poderoso, porfiado, ignominioso, y desgarbado, el Sátiro del Raval, atacado en furia, esputando sangre y flema, mirándonos con odio y compasión, con el rabo enhiesto en una mano y una botella de ron vacía en la otra.

Entonces nos habló con voz ronca y vehemente, y cada una de sus palabras arrancaba de nuestros cráneos piel, hueso, sangre y vida, y sentíamos desgarrarse nuestras entrañas y podrirse nuestros falos, y el Sátiro lamía nuestra sangre y comía nuestra piel y se jactaba de nuestra vida. Luego enmudeció su ira y se hizo la oscuridad.


Más tarde el Sátiro se recostó y, ya apacible, se relamió durante largo tiempo. De una bota de piel de cabra tragó galones de vino y, tras eructar generosamente, encendió un gran cigarro cuyo humo evadió la tormenta e hizo resplandecer un sol cálido y frío a la vez.

Sólo entonces logramos entreabrir los ojos y, casi extasiados, recibimos de sus patas la bota de piel de cabra, lúbrica y eterna. Y ávidamente sedientos, engullimos hasta casi desfallecer. Nos pareció intuir entonces una sonrisa en la ruda faz de nuestro mentor y, por fin, entendimos.

lunes, 6 de octubre de 2008

El Robe, Karl Marx y la conciencia de clase.



Volvemos gustosos sobre dos temas que son de nuestra predilección: El Robe, ese hombre (por no caer en el tentador latinajo) y artista y la conciencia de clase, ese básico concepto que tanto le debemos a Marx y, recordemos, tan denostado está. Como ya hemos apuntado, o cuanto menos insinuado en otras ocasiones, con mayor o menor claridad y acierto, el extremeño ha construido en torno a su banda un universo de libérrimo individualismo basado en una iconografía de la marginalidad, con mayores o menores cotas de originalidad y sinceridad, en las cuales no entramos, ya que no nos la damos de biógrafos (y ni ganas). El caso es que el personaje construido u ofrecido en su obra (como otros grandes artistas, como, por ejemplo, Charles Bukowsky, en otras ocasiones tratado en este espacio) nos permite entrar en la dualidad entre el hombre y el artista, en esta ocasión a través de una entrevista en la que se nos muestra al hombre desgajado del artista.

Resulta interesante la entrevista que hemos sacado vilmente del youtube porque nos muestra sin pudor la conciencia de clase del artista. Quizá nos sorprenda a muchos el posicionamiento sobre la "piratería musical" del autor de Pepe Botika o Estado Policial, pero ponerse a hacer una exégesis de la obra para juzgar su coherencia sería convertirse en una especie de censor hipócrita. Los posicionamientos se juzgan a través de la solidez de los argumentos.

Como decíamos, nos llamaba la atención la cándida transparencia con la que nos muestra su conciencia de clase. Marx decía con esa elocuencia que le caracterizaba, aquello de que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. No cabe duda, El Robe no nos habla como el marginal que no es, sino como el músico profesional que es y defiende sus intereses de clase, con mayor o menor soltura. La cuestión es que, como tal vez diría Marx, los avances digitales agudizan la lucha de clases entre profesionales de la música y usuarios dentro de una formación social en retroceso como es la construida en torno a las discográficas. Pero eso ya es otra historia.

Como aficionado a la música de Extremoduro lo que me preocupa es que en ese contraste entre la iconografía marginal que había caracterizado a la banda y esa conciencia de músico profesional, se pueda secar su fuente de inspiración. A pesar de que no he escuchado aún el nuevo disco más allá de las pinceladas brindadas en la gira, lo que he podido escuchar, más los largos años de retiro, no resulta alentador. ¿A qué suena, sino, este fragmento? Esperemos que sea el anuncio de una evolución.