El asno y el sabroso regusto de la miel
Si es que el refranero, ese mamporrero del lenguaje, lo expresa con meridiana claridad: No está hecha la miel para la boca del asno. No obstante, la cuestión es que el desdichado pollino, acostumbrado a un sino culinario basado en las desábridas algarrobas, poco acostumbrado está a la degustación de las dulces mieles sean del tipo que sean. Más habituado a cargar pesadas alforjas ante la infructuosa y cruel espectativa de degustar una simple zanahoria, imaginaos el caudal de sensaciones, impresiones e incluso emociones que se apoderarían de él en el momento en el que le dejaran, no sé si de forma igualmente cruel, con la miel en los labios. Como una revelación, como un fugaz episodio místico, sus maltratados morrazos hechos, a golpe de resignación, al sinsabor de la algarroba gozarían por un instante efímero, apenas aprehendido, de la dulzura de mil flores.
Después de ese solemne roce con lo más cercano a la idea de belleza, perdónenme este lamentable desliz platónico, que se haya encontrado nunca la acémila, cómo puede ésta reaccionar. Paladeando todavía el regustito dejado en su hocico, rememorando ese instante sublime en el que ha descubierto que, al menos en el paladar, este mundo no tiene que ser necesariamente un valle de lágrimas.
3 comentarios:
Sin embargo debemos contemplar tambien el echo de que no puede echarse de menos lo que no se conoce.
La ignorancia, a veces,puede salvar de la infelicidad.
(ya desearia la miel ser comida por el burro con más placer del que jamás será regurgitada por las avejas)
¡Cuanta sabiduría encerrada entre tan suaves paréntesis! ¡En letanía dogmatizante deberíamos convertirla desde las guarderías! :D
PD: Existe un remedio casero para aquellos que hayan abandonado prematuramente la ignorancia y quieran regresar al cálido remanso de la paz espiritual. En el piso franco corre a litros.
Informo al universo mundo que se confirma que el asno cató, efectivamente, su parte de miel y, rompiendo su sino, pudo acostumbrarse a esos dulces sabores. Viva la justicia poética
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