la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


jueves, 21 de junio de 2007

significados culturales y el sujeto de la Autoridad

Lo que son los significados culturales. Permitidme que comparta con la red estas etnocéntricas (a falta de mejor palabrejo a estas horazas de la madrugada) palabras de uno de mis queridos viajeros:

Estos indios son brutales en sus modos y costumbres; piden todo lo que ven en las manos del viajero sin siquiera hablar de retribución; al contrario, pretenden que sea una obligación de aquellos que los visitan, ofrecer regalos en compensación de haberles tolerado; tampoco piden disculpas o muestran vergüenza si se les sorprende robando y abriendo las cajas que les fueron encargadas para el transporte.

Todo un coronel del ejercito ecuatoriano como Vicente Bravo debería de ser más comprensivo con un comportamiento tan extensible a un agente de aduanas. Lo que pasa es que a esta gente sólo le concede un comportamiento más o menos servil. ¿Pero por qué se arroga él la Autoridad y no va a hacer el resto lo propio?

lunes, 11 de junio de 2007

El imperio del ¡Yo!

En este blog, creo, ya hemos aclarado que los peores vicios son los que no se consumen. Los vicios consumibles son substancias exógenas a las que recurrimos como consciente evasión y alteración de la realidad sensible. Más allá del componente epistemológico e incluso, para el que conciba semejante cosa, espiritual del asunto, hasta el más yonkie es consciente de los efectos que anhela y la fuente que se los proporciona. Es decir, no constituye parte de su conciencia, sino más bien, unas vacaciones de ella.


Por eso hay unos vicios más perversos que los que se consumen, vicios del comportamiento que se adhieren a la conciencia y se confunden con ésta, si es que no pasa a formar parte de ella. Son vicios, por ello, muy difíciles de combatir, no en balde hay toda una, digamos, ciencia, que se dedica a ello con resultados, no nos vayamos a engañar, desiguales. Estamos hablando de hábitos malsanos, malformaciones de la conciencia, que adquirimos de una forma más o menos inconsciente y que son una distorsión de la realidad y una fuente de insatisfacciones. Inseguridades, miedos, inhibiciones... Es muy amplia la lista de vicios que adquirimos sin saber muy bien por qué. Las limitaciones de la frágil mente humana, supongo.

Si bien son lamentables los vicios anteriormente enumerados, cuanto menos, generan algo de simpatía ante la muestra inherente de humildad de esos vicios, adquiridos ante la asunción, mal llevada, de ser uno más en esta jaula de grillos que es la Humanidad. Tiene efectos nocivos, pero qué coño, apenas afecta al que lo padece y no afecta en demasía a los demás, de hecho, como un pacífico consumidor de substancias psicotrópicas.

Porque, amigos, hay uno de estos vicios que es una de las mayores plagas de la humanidad, un vicio que permite al que lo practica convertir en mierda cuanto toca, como un Rey Midas del desastre. La egolatría, la vanidad y, en definitiva, las múltiples formas que adopta el Ego ante su propia insignificancia no asumida. Por ello, el vicioso busca ámbitos que dispone, más o menos a mano, en los que ocultarse su condición de forma miserable y mediocre a golpe de darse importancia, hasta , quién sabe, creerse, oh cielos, indispensable.

Los ámbitos son innumerables, tantos como espacios de interacción humana, pero los hay más sensibles a estos viciosos y, ante todo, más peligrosos. Paradigmático es el caso de la política. Marco de representación de la ciudadanía, espacio inmejorable para la extensión de las plumas de pavo real en celo. Créedme, sin ánimo de plagiar a Clemenceau, que también tenía lo suyo, la política es demasiado importante para dejársela a esta panda de viciosos incorregibles. Porque cuántos desmanes, cuántas complicaciones, cuántos fracasos por la incapacidad de llegar a algún entendimiento por una mera cuestión de necios Egos. Por no hablar de los inmensos disparates de algunos orates con poder y afán de perdurar.

Adictos compulsivos, en definitiva, que son toda una lacra para la sociedad, con mayor capacidad de degeneración moral que el yonki de la plaza, pobre, ya que desacreditan los mecanismos que mal que bien se le ha ido ocurriendo a la limitada Humanidad para el entendimiento común. Y esto, desengañaos, pasa con cualquier ideología. Lo que está claro es que hay que buscar instrumentos que alejen a los megalómanos inmisericordes, ególatras insufribles, personalistas estúpidos del ejercicio de la representación y el poder y se dejen para la persona normal, sin neuras jilipollas que sepa que un cargo no es una hermosa medallita que lucir, sino una carga ardua que acarrear. Y el que quiera reconocimiento le hacemos en medio de la plaza, sin molestar al solipsista yonki, el solemne monumento al jilipollas anónimo.


miércoles, 6 de junio de 2007

"por la dignidad policial y el reconocimiento social"

Hoy transitaba, como me tienen acostumbrado ultimamente mis compromisos laborales, por ese parque temático que es el centro de Barcelona, exactamente por ese eje que reproduce los mejores pubs de las Islas Británicas entre la Rambla, calle Fernando, plaza de San Jaime hasta la vía Layetana. El habitual paisanaje de rubicundos del norte que gozan y ofrecen servicios túristicos en la zona había sido modificado, espero que excepcionalmente, por una masa descomunal e imponente de antidisturbios ataviados con todo el equipo, alguno de ellos, puestos en posición. La tensión se mascaba como carne de mal estofado. El ambiente intimidatorio sugería una situación conflictiva equiparable a la histórica y tan barcelonesa Semana Trágica. ¿Habría al final de la Calle Fernando una barricada abierta por el fervor revolucionario del pueblo barcelonés? ¿Huestes de alborotadores estarían destrozando la ciudad desatendiendo las más básicas pautas de civismo tal y como temía el sufrido Hereu? Un frustrante no. Semejante derroche de medios y de emociones para un grupillo insignificante, menos de diez personas, con inofensivos carteles denunciando los abusos policiales cometidos por la tan deseada policía autonómica, rodeados de unos cuantos guiris curiosos y despistados. Así es que se ha materializado, una vez más, aquello tan descriptivo de este país que con la gracia que les caracterizaba cantaban esos bellos mozos de ska-p:

Y aqui no pasa nada nos comemos la tostada, ni si quiera
te levantas del sofa
Vaya decepcion en la manifestacion, solamente han ido los
anti disturbios


Luego ha resultado que esta gente tan emotiva y sensible ha tenido también la genial ocurrencia de manifestarse. Me parece delicioso que los encargados de, digamos, controlar los excesos, por decir algo, de las manifestaciones con elementos tan delicados y sugestivos como el inofensivo kubotan tengan el ánimo de ir a la calle a expresar sus sanas reivindicaciones como cualquier hijo de vecino. Más allá de la posible ironía del asunto, la cuestión está en quién carajo controla que no se desmadren en su protesta, como todo exaltado pancartero (ay, Ansar, cuánto te debe el castellano moderno), porque uno no se imagina a un mosso utilizando con la destreza habitual la porra y demás elementos disuasorios contra sus compañeros de (ay, el subconsciente me delata, iba a decir tropelías) andanzas, andanzas y sinsabores. Lo propio sería que ante una, desde luego, legítima manifa policial, fuese el común de la ciudadanía la que vigilase su comportamiento ejemplar, con el cariño merecido.

Porque, amigos, lo que han ido a reclamar los agentes de la seguridad a la puta calle no es ni más ni menos que un poco de cariño. Quién se iba a imaginar semejante derroche de emotividad por parte de la madera, la verdad. Dignidad policial y reconocimiento social, propósito loable, no me cabe la menor duda que, de hecho, tan oportuno es. Ahora bien, estos sensibles funcionarios creo que se equivocan de forma para lograr ese acertado objetivo. Es como si yo le fuera a, pongamos, Charlize Theron, por decir alguien, y le espetara con pancartas y todo despliegue ¡Ámame! Pues no, claro. Vamos, si esta delicada gente desea dignidad policial y reconocimiento social lo que tienen que evitar es que ocurran casos tan indignos e inaceptables en una policía democrática de abusos, maltratos, corrupción, incapacidad, arrogancia, racismo, impunidad... en vez de cerrar filas, al más típico estilo corporativista e ir de víctima dolida. Así el reconocimiento se antoja difícil. Lo más que van a lograr es que los catalanes añoremos a la Guardia Civil, que, al final de cuentas, tampoco eran más cafres y al menos estaban revestidos de toda la mitología carpetovetónica eternizada, por ejemplo, por García Lorca.

De hecho, todo esto viene de la mentira caprichosa e irresponsable del tan y tan deseado por algún iluminado Autogobierno, que le llaman. Todos los males nacionales, según este delirio, se deben al origen español de las instituciones, por lo que su invariable solución es la genial panacea del traspaso inmediato de competencias a ese ente llamado Autogobierno, fuente incuestionable de las mejores maneras democráticas y ejemplo infalible de eficiencia. El problema es que como todas estas excelencias se le presuponen al bendito Autogobierno, ni dios se preocupa, no ya en averiguar si es efectivamente el modelo administrativo más eficiente, sino en asegurarse que su funcionamiento y estructura sean realmente lo más democráticas y operativas posible. Porque lo realmente triste es que un cuerpo de seguridad joven, nacido al amparo de la democracia y sin la acumulación de vicios atávicos haya adoptado de una forma tan rápida hábitos no ya inesperables en una democracia moderna y, en fin, progresista, sino más reconocibles en regímenes más oscuros.

martes, 5 de junio de 2007

La permanencia de la estupidez

... 14 meses después, ETA anuncia el fin del "Alto al fuego permanente".

La curiosa transitoriedad de un alto al fuego... ¿permanente?. Tan permanente que no se interrumpió ni mediante un atentado con doble asesinato en la T4 de Barajas. Un alto al fuego que no ha rebajado ni una sola de las pretensiones de la banda asesina. Ni las pretensiones, ni el trabajo de a pie: han seguido extorsionando a empresarios, han seguido robando armas, han seguido adiestrando delincuentes, han seguido amparando y justificando la violencia y han seguido tratando de saltarse la ley electoral por todos los medios. Eso sí, entretanto hemos puesto en la calle a un asesino porque el pobrecito padecía desnutrición. ¿Volverá a la cárcel ahora, o eso también es "permanente"?

A veces las cosas son como parecen. Los locos, los asesinos, los antidemócratas no conocen la negociación democrática. Conocen el chantaje y la extorsión. Pretender sentarlos en una mesa a dialogar es una bonita pretensión, pero a la vez inútil. Inútil, claro está, siempre que no se esté dispuesto a dar contrapartidas políticas, cosa que el Gobierno, esta vez, ha demostrado, por más que el PP se entestase en llenar de basura la prensa.

Seamos claros. Zapatero (o mejor dicho, el PSOE) ha sido un grandísimo cabronazo que estudió con detalle una estrategia que podía haber sido electoralmente muy rentable. ¿Podía haber funcionado? No creo que tengamos elementos de juicio suficientes. Sin embargo, todo este proceso ha dejado cuatro cosas claras:

  • Dos muertos en 14 meses. Por lo menos, durante un tiempo, los asesinos han asesinado menos. Eso siempre es positivo.

  • La actitud goebeliana del PP no ha ayudado en nada, más bien al contrario. Son exactamente igual de culpables del mismo delito: anteponer la rentabilidad electoral a todo lo demás, ya sea la solución del conflicto (es decir, el fin de ETA) o la propia estabilidad interna del país (léase España).

  • No ha habido contraprestación política alguna. Ni candidaturas electorales, ni estatutos, ni legalizaciones. En todo caso, alguna contraprestación judicial que espero que se retrotraiga ahora.

  • El proceso ha dejado claro que ETA jamás abandonará las armas, que sus peticiones son y serán antidemocráticas, que no escucharán gestos de los demócratas (ahora ya está demostrado, que no se vuelva a decir lo contrario) y que hace falta un pacto de estado para combatirlos con el peso de la ley. Se ha puesto en boga un tema que los años habían ido apartando del debate, hasta el punto de que el asesinato y la extorsión en el País Vasco parecían algo natural.

Todo ello acaba con una conclusión clara, pero que mucho me temo que los grandes partidos no piensan cumplir. Ahora es el momento de recuperar un pacto antiterrorista de estado y cerrar algunas fisuras de la crispación. Pero eso requiere del compromiso de todos, especialmente de PSOE y PP y, la verdad, no los veo por la labor.

Para mi es capital: fin del revanchismo y la crispación. Los demócratas no somos enemigos, sino rivales, y tenemos que comprometernos mediante pactos estables en los grandes temas de estado. Si el PP fuera un partido digno, ahora no pediría dimisiones: ofrecería pactos. Y si el PSOE fuera un partido digno, los asumiría.

Si seguimos dándole a ETA el poder de decidir por su cuenta el gobierno de toda España, estaremos apagando el fuego con bidones de gasóleo. Exactamente lo mismo que si seguimos considerando víctimas a los verdugos, opción política al terrorismo o luchadores a los delincuentes. Ahora más que nunca, la democracia exige responsabilidad, dignidad y unidad.