la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


sábado, 26 de abril de 2008

Stand by

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.

Ideario, de Francisco M. Ortega, del libro Cuenta atrás.

jueves, 10 de abril de 2008

Los valores de la escuela

Es por todos sabido que de un tiempo a esta parte se ha establecido como moda en los círculos pedagógicos el insistir en la educación en valores contraponiéndola e infravalorando con ello los llamados contenidos. Tal planteamiento olvida que el mayor valor de la escuela es el conocimiento como fundamental vía para la igualdad y la emancipación del individuo. Parece que la pretensión es establecer una especie de catecismo laico con el que exhortar a los nenes a ser regidos por buenos sentimientos, lo cual sólo parece hallar reacción por parte de los representatantes del catecismo de toda la vida, el católico, para asegurar que el campo de la moral es espacio de la familia, un planteamiento aún más perverso que sume todavía más al individuo. Y es que la moral es patrimonio del individuo y la cuestión es que cada uno pueda construir la suya propia lo más sólidamente posible, con los mayores elementos de juicio posible.

La cuestión es que tan voluntariosos pedagogos diríase que juzgan las distintas disciplinas académicas que se imparten como algo gratuito y arbitrario, un mero marco donde llevar a cabo terapias de grupo. Pero el estudio de la ciencia no es algo ni mucho menos gratuito ni exento de valores fundamentales. La responsabilidad, el afán de superación, el racionalismo, el trabajo metódico y, en definitiva, el conocimiento del medio que nos rodea y sus principales instrumentos son, sin lugar a dudas, los principales valores a inculcar a cualquier persona y, desde luego, de cualquier institución académica. El tener que decir esto, a estas alturas, resulta una recesión.

Nada es más reaccionario que socavar la fundamental función de la educación de permitir la igualdad de oportunidades, construyendo de esta forma una sociedad meritocrática. Pocos axiomas tengo en esta vida, pero uno incuestionable es el inmenso valor de una educación pública potente. No es casualidad que los países más prósperos e igualitarios mimen su educación pública y sea ésta dominante. Nada resulta más agotador y desolador que tener que insistir constantemente en ello.