El peso de la Historia
Desde la crisis de 1973 han dominado el escenario económico planteamientos llamados, con mayor o menor acierto, neoliberales, que tendían a menospreciar la intervención de los poderes públicos en el funcionamiento de la economía, en oposición al anterior paradigma surgido del famoso crack del 29, personalizado en el más famoso economista del s.XX, John M. Keynes y, no nos engañemos, con la vista puesta también en el comunismo.
Estamos hablando, pues, de posturas ideológicas que partían de la misma debilidad conceptual que se le había apreciado por sus opositores en los últimos 35 años pero el peso y el paso de la Historia ha sido inaplacable como una locomotora o un jugador de rugby. Discutir sus postulados era poco menos que ser un trasnochado. Pero como diría aquél con ese lenguaje que también sonará trasnochado, las propias contradicciones del sistema han puesto en evidencia estas dosis de hipócrita ideología (como diría ese decimonónico materialista con ese atino que le caracterizaba)que realmente encerraban intereses de clase (ay, las clases sociales, ese otro concepto que tantos pretenden también trasnochado). No se ha impuesto la alternativa, sino la demanda de intervención e incluso suspensión del libre mercado, cágate lorito, ha venido precisamente de quien ha ejercido de paladín del asunto.
Se repite con diametral elocuencia: tratan privatizar beneficios y socializar pérdidas. Pues claro, y ahí van los EE.UU. a inyectar, por lo pronto, un billoncete de dólares públicos para arreglar el desaguisado. Me parece correcto, quien tiene que responsabilizarse de los platos rotos es el que ha permitido que se hiciera equilibrismo con ellos. Más les vale tomar nota de que el mercado no es un virtuoso y, prácticamente, celestial equilibrio con un funcionamiento bello y armonioso cual gravitación universal. La coña falla cual castillo de naipes y más habitualmente de lo que pretenden hacer creer, lo que pasa es que normalmente no afecta a la cúspide del entramado, sino a los que pinchan y cortan menos.
EE.UU. quizá ha elegido mal momento para darle tanto juego a los equilibristas si no es causal la coincidencia. Con el orden mundial heredado del fin de la guerra fría en discusión, con China empezando a dar miedo a las potencias de siempre, la asunción de deuda a saco que apunta que implicará la acción puede ser crítica para su posición hegemónica. Con todo, no da la impresión de que se esté progresando, sino una mera dialéctica heraclitiana sin síntesis superadora que, como mucho, puede llevar al colapso del sistema con tanta confusión. Quién sabe, a lo mejor Marx al final tenía razón, sólo que tenía prisa. Ya pasa con la Historia.