La tal Conchita, crítica de cine
Para un ser que tiende al solipsismo como el que esto escribe, el invento decimonónico éste de la radio es una de las pocas ventanas virtuales (más allá de las reales que muestran, como entretenido reality show, el lumpen proletariat que preside la calle) que permiten contactar con eso que llaman la sociedad. Normalmente estas ventanas virtuales me reafirman en mi irredente solipsismo. Con la coña le hemos cogido gustillo a radio ciutat vella por su exquisita habilidad de mezclar jazz con death metal. Agosto, con ese delicioso aire de provisionalidad que destila, nos permitió disfrutar de la ausencia de verdadera programación y nos brindaban el ya mencionado hilo musical a todas horas, para solaz de los moradores del piso franco.
Desgraciadamente, con el septiembre, hemos vuelto a la tediosa normalidad, también en la programación. He tenido el placer de escuchar un programa sobre cine, llamado, no sé si irónicamente, Gran Angular, que tiene la dudosa habilidad de dotar de significado perfecto, cual mundo de las ideas de Platón, el término de radio de aficionados. Inigualable la destreza en contar improvisadamente películas de forma desordenada, abundando en la imprescindible muletilla no me acuerdo bien. Ha resultado particularmente entrañable ya que recordaba aquellos tiempos de infancia en los que ibas al cine y no contabas con suficientes recursos cognitivos para explicar luego a tu madre el argumento de la peli coherentemente.
Ha sido tal la falta de pericia que ha servido para divertirse especulando sobre el criterio de elección de los locutores. ¿serían los únicos que pasaran por ahí que se ofrecieran para ir regularmente al cine? ¿sería la suegra de algún capitoste de la radio (me refiero a la tal Conchita, que en sus inefables intervenciones era inevitable recordar a la típica tieta bocazas de turno) emperrada en difundir por las ondas hertzianas sus burdas y casi chavacanas opiniones cinematográficas? El mozo que la acompañaba, aparentemente más sensible y con mayor educación cinematográfica, parecía apenas poder disimular el sofoco y el tedio de tener que aguantarla. Si los responsables se encuentran con la casualidad de leer estas lineas, les ruego que contemplen la posibilidad de sugerirle a la tal Conchita que pase las tardes de miércoles jugando a la butifarra o a lo que tenga a bien la buena mujer.
La intervención estelar de la tal Conchita ha estado en su crítica de la lamentable película de Woody Allen Vicky, Cristina, Barcelona que la ha basado en hacer patente su indignación por mostrar, y cito textualmente, que Barcelona es España. Resultaría chocante si no fuese habitual por estos fueros, tanta consternación por la ausencia de la lengua catalana para hablar de la "identidad barcelonesa" (ella sabrá qué carajo es eso) por parte de un gringo que ahora empieza a salir de Manhattan (y apenas como turista), expresada por una señora que habla un catalán tan macarrónico, con una fonética y un léxico, trufado, mira tú por donde, de castellanismos de una forma bochornosa. Elocuente ha sido el momento en el que, explicándonos con su salero particular una peli de vaqueros, ha preguntado cómo se decía en catalán bandidu y ha empezado a soltar sinónimos en, claro, castellano: forajido, delincuente... Alguien le podía haber aclarado, para evitarle tan mayúsculo ridículo, que bien puede decir bandit en la lengua de Pompeu Fabra (yo imagino el dulce sadismo de su compañero callándose como un putas). En fin, retales de la Cataluña real. Uno a veces olvida a qué viene su animadversión al nacionalismo y ya me acuerdo: es mero cansancio por una impostura ridícula, gratuita y arrogante.
Hablando de ridículo, voy a aprovechar para no dejar de comentar por qué me resulta lamentable la dichosa peli de Woody Allen sin haberla visto. Ante todo por el lamentable espectáculo ofrecido por las fuerzas vivas locales de torpe provincianismo a lo bienvenido Mr. Marshall haciéndole la rosca al cómico neoyorquino (qué circunloquios más periodísticos, pardiez) por salir en la afoto, pagándole millonadas para que haga su populista peliculilla barcelonesa (supongo que como mera excusa de gozar de unas vacaciones pagadas en una ciudad de moda), por parte de unos politicastros que se llenan la boca con eso de apoyar la cultura catalana, pero a la hora de la verdad, ya vemos.
2 comentarios:
Propongo el próximo jueves una excursión a las puertas de la radio, esperar a la tal Contxita y predirle un autógrafo. No hay huevos...
Perdón por el lapsus (latino decubito supino, practicando el griego por el método mojino, modus operandi, contra natura, en la disco fashion, alea jacta est...lololo). Me refería a ir el miércoles, que es cuando va la "Conchi" a la "arradio".
Indie, esto no va en broma, te estoy retando con toda las de la ley.
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