¿Dónde están los bellos ideales?
Dios sabe que soy ateo y que detesto la moral judeocristiana, pero el libro sagrado de esas religiones monolíticas o monoteístas, a pesar de las innumerables sandeces que llega a acumular, en el génesis atina: expone el trabajo como un castigo divino; inmensa verdad. Entre otras responsabilidades, últimamente tenemos demasiado descuidado nuestro compromiso con la Red debido al cruel secuestro de nuestro tiempo que significa el trabajo remunerado, imprescindible, en nuestra situación, para la cotidiana supervivencia, pero que es un atentado de cara a esas deliciosas actividades estimulantes que son una justificación de la vida. Así, este medio se resiente y pasa con tristeza esta orfandad.
Estas eventualidades le hacen a uno reflexionar sobre el significado de esta sociedad de consumo y productividad. Nuestros supuestos representantes pasan el rato discutiendo sobre la dieta de un fanático perverso y demente que, francamente, me trae totalmente sin cuidado, mientras el común de los mortales, lo que antes se clamaba con solemnidad como El Pueblo, se ve emulando a Sísifo inmerso en esa espiral de alienación que con tanta elocuencia expuso aquel insigne filósofo alemán. Constato la resignación con la que encaramos las dificultades y sinsabores que nos presenta eso de la supervivencia en cuestiones ciertamente fundamentales y uno se plantea, no sin dramatismo, lo mismo que el sublime poeta: ¿Dónde están los bellos ideales? ¿Es acaso el posibilismo resignación? Uno observa la actitud de los antisistema que copan las instituciones y da qué pensar si su verdadero proyecto consiste en desvincular al indolente pueblo con esas instituciones que gobiernan. Ignoro dónde se hallan esos valores que les gusta presuponerse, pero en sus prioridades y acciones, juraría que no.
Ya he mostrado en este canal, como habrá podido comprobar el lector paciente, mi pasión por las cuestiones etéreas y baladíes pero en esta ocasión, sin que sirva de precedente, me refiero a cosas muy pero que muy concretas, tales como el poder adquisitivo de los trabajadores(qué ocurrencia, plantear que partidos pretendidamente de izquierdas se preocupen por estas cuestiones mundanas), el tema de la maternidad(sin ánimo de parecer exaltado, es una vergüenza las dificultades que han de pasar aquellos infelices que se plantean la reproducción), la igualdad de género para los trabajadores sin más (que las medidas de cara a la galería son una frivolidad, con lo fácil que sería, por ejemplo, establecer los mismos permisos de paternidad para ambos progenitores), por no hablar de los habituales de la vivienda y la mera represión. Uno constata con consternación la mayor sensibilidad y acción de una democristiana alemana que un antisistema, izquierdista, rojo patrio ante estas cuestiones y llega a la lamentable conclusión de que este país es más conservador de lo que cree.
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