la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


lunes, 31 de diciembre de 2007

Año nuevo: formas y motivos de celebración

No sé si será porque voy por la vida de incorregible iconoclasta, pero el caso es que repudio la celebración y muestras de júbilo por un acontecimiento tan banal y rutinario como es el cambio de dígito en el calendario, como si comportase un verdadero cambio en nuestras vidas que contemplar. Siempre recordaré, no sé si de forma traumática, la ansiedad paterna por el retraso en la cena que no nos permitiera admirar con toda su solemnidad ese inolvidable momento en el que se cierra un ciclo anual y se pasa de nuevo a 1 de enero. Todos expectantes ante ese inasible instante en el que se pasa de las 23:59 a las 00:00 -suceso que se da todos los días del año-, y tras ese extraordinario fenómeno, me azotaba una poderosa decepción: tanta expectación y todo seguía exactamente igual.

Ante tamaña expectación, a uno le cabía esperar un cambio radical como el que se sugiere para el lejano 476 d.c. cuando el hérulo Odoacro tuvo a bien devolverle las insignias imperiales al emperador Zenón, acontecimiento con el que se tiende a dar por finiquitado el Imperio Romano y se nos abre a la sugestiva imaginación la lúgubre y romántica edad media. Luego uno descubre que el cambio no fue para tanto, que las transformaciones eran constantes y venían de lejos y que la legitimidad del poder en Italia todavía residía en bases romanas e imperiales. De hecho, el Imperio Romano no cayó efectivamente hasta que los turcos se instalaron en Constantinopla en 1453, prácticamente 1000 años después, fechas en las que las que ya ubicamos el cambio a la edad moderna. Y es que las verdaderas revoluciones no vienen por un repentino asalto a los palacios de invierno, sino que son producto de transformaciones lentas. Y eso, para alguien que se ha dejado seducir por la mística de la revolución, es duro.

Si a todo esto le sumamos la abominable programación de TVE tras las campanadas, es normal que se instalase en mi tierno corazoncillo infantil cierta reserva a esta celebración. Máxime cuando uno comprende, como ya hemos aclarado en algún otro momento, que lo importante son las ganas de celebración y no el motivo en sí. De esta forma, cuando uno acude al bar habitual, o a cualquiera, en esta señalada fecha y comprueba el gentío que hay y los precios que tienen intención de cobrarte por el burbujeante gintonic de siempre, se pierden las ganas de celebración que se pudieran albergar. Por este motivo, voy a aprovechar mi soledad en el Piso Franco para dedicarme, mientras el resto de los españoles optan por la ingesta de doce exactas uvas, a darle un buen limpie al Piso Franco, que, como los habituales sabrán, buena falta le hace. Quizá muchos entiendan que es la mejor forma de dar inicio al nuevo año. Pasen una feliz resaca.

martes, 25 de diciembre de 2007

Feliz aniversario

Amigas, amigos, compañeras, compañeros, discípulas, discípulos, acólitas y acólitos varios:

En estas frías fechas de horrible fiesta pagana salpicada de confesionalismo y disfrazada, en patética desvergüenza consumista, nuevamente, de paganismo... En estas fechas, decía, los indecentes inquilinos del piso franco, en la armoniosa compañía de nuestros ínclitos visitantes, celebramos el primer aniversario de esta pequeña ventana al mundo que ofrece internet.

En efecto, hoy hace un año se inauguró este sparring verborreico y, con él, la doctrina filosófica del cortoplacismo que, pese a no acumular un gran corpus teórico (por ahora), podemos afirmar con orgullo que ha avanzado a pasos agigantados en su praxis, a través de nuestros trabajos de campo.

Sería menester homenajear a continuación a todos aquellos conocidos, aconocidos y desconocidos que habéis dignificado este espacio con vuestros comentarios (bueno, algunos lo han ensuciado más que otra cosa, pero queda feo decirlo...) y, muy especialmente, a aquellos (y aquellas, como manda el correctismo patético) que nos habéis acompañado en nuestras epopeyas hedonistas.

Desdichadamente, no dispongo en estos momentos del adorado etílico, por lo que no os voy a poder homenajear. Sugiero, en cambio, propongo y recomiendo a la concurrencia que os acerquéis al Piso Franco con dignos cargamentos de la susodicha sustancia (y otras que podáis imaginar).

Pisofranqueñas y pisofranqueños,
disfrutad del momento, que igual mañana se acaba!

viernes, 21 de diciembre de 2007

La tragedia de la descolonización

La descolonización, especialmente en África, ha sido y sigue siendo una tragedia. Fue, desde luego, un gran hito del siglo XX, pero ha resultado, sin lugar a dudas, una ocasión desaprovechada. La colonización fue, evidentemente, una enorme injusticia basada en la desigualdad y el sometimiento que generó una gran explotación del hombre por el hombre. Ahora bien, la descolonización política que se dio en el tercer cuarto del siglo XX no sirvió para revertir esa situación, sino para acentuarla. Especialmente cuando la riqueza de un país reside en sus recursos naturales, resulta imperativo un poder público fuerte que garantice el imperio de la ley para que no impere la impunidad y la ley del más fuerte que la voracidad por unos recursos lucrativos puede hacer que resulten realmente lacerantes.

Este es el paradigmático y dramático caso del antiguo Zaire, inmerso en una continua guerra civil que, como es bien sabido, no es más que una guerra por los recursos ante un Estado apenas existente. No cabe duda que, en este caso, el estado colonial belga tenía que desaparecer, pero para ello bastaba el reconocimiento de la igualdad jurídica de los congoleños con los belgas y la consecuente extensión de los derechos sociales. Sin duda, la constitución de una República independiente daba satisfacción a las ansias de dignidad congoleña y libraba a los belgas de una compleja responsabilidad, pero exponía a los congoleños a una enorme indefensión ante unas redes comerciales ya establecidas poderosas y sin control. Y en esas estamos, o más bien, están los congoleños, sin vislumbrar una solución próxima. Una putada.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Crónica de un fracaso

Culinario, en este caso. Una tarde perdida hirviendo judías, para que al final se me quemaran. Podría resultar simbólico, pero de un simbolismo tan trágico y estúpido que no encuentro referente. Cinco horas con fuego a todo brío, para unos fréjoles recalcitrantes que con cinco horas de ebullición no han dejado de estar duros. Y un instante de distracción, embelesado en banal lectura, ha sido suficiente para que se consumiera ridículamente el agua, se quemara el invento, y redujera aún más al absurdo una tarde desperdiciada, en la que desprecié una anhelada siesta y que, finalmente, se ha demostrado que hubiera sido más fructífera. El Piso Franco está inundado de un penetrante olor a chamusquina que yo mismo voy desperdigando a medida que me desplazo, mientras ando con semblante resignado, trágica y patéticamente resignado. Son solamente unas judías, a penas una tarde, únicamente mi vida.

sábado, 15 de diciembre de 2007

De la lectura de Gibbon

Ando gozosamente entregado a la lectura del clásico Decline and Fall of Roman Empire de Edward Gibbon. No me he podido resistir a compartir con la inmensidad de la red este preciso fragmento sobre el talante del mundo antiguo que tan instructivo es para nuestro tiempo como, sin duda, lo era para los tiempos de la ilustración del bueno de Gibbon:

Tan afable era el talante de la antigüedad que, en su adoración religiosa, las naciones se mostraban menos atentas a las diferencias que a las semejanzas. Los griegos, los romanos y los bárbaros, cuando se encontraban ante sus respectivos altares, se convencían con facilidad de que, bajo los diversos nombres y las distintas ceremonias, adoraban a las mismas deidades.

Qué decir de la obcecada necesidad de diferenciación de la que disponen gran parte de nuestros coetáneos a partir de elementos que son comprendidos como sustanciales cuando son, en el mejor de los casos, accesorios y circunstanciales. Con ellos, tratan de esconder las grandes semejanzas de los seres humanos y someter al individuo reduciéndolo en categorías inmutables que, de hecho, no son más que el mero producto de la Historia y, por ende, casuales y cambiantes. Se distorsiona, de esta manera, el principio de pluralidad, alejándolo de su matriz, la libertad, para convertirlo en reducto del tradicionalismo reaccionario.

Gibbon se refería a la religión, pero en nuestro tiempo, se le ha sumado en su función de opio del pueblo una idea totalitaria de la identidad y la cultura. Sobre esta capacidad, el erudito inglés -aunque se consideraba a sí mismo ciudadano del mundo- también nos brindó una elegante afirmación:

En cuanto a los distintos tipos de culto que prevalecían en el mundo romano, el pueblo los consideraba igualmente ciertos; el filósofo, igualmente falsos, y el magistrado, igualmente útiles, de modo que la tolerancia produjo no sólo indulgencia mutua, sino incluso concordia religiosa.

Qué decir de la intolerancia religiosa de nuestros días. En fin, seguiré con la lectura.

jueves, 13 de diciembre de 2007

La Constitución Boliviana como obra poética

Artículo 1 Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural. Se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.

Los ciudadanos bolivianos se ven inmersos en un convulso proceso constituyente de impredecible conclusión. Por el momento se maneja un texto que, cuanto menos, brinda unas calidades literarias extraordinarias. Haría, sin lugar a dudas, las delicias de Góngora con su lenguaje alambicado lleno de sutilezas y giros audaces que, ciertamente, ofrecen un verdadero reto para el intelecto. Ahora bien, el prurito esteticista con los conceptos del culteranismo puede ser del gusto poético de algún aficionado al barroco, pero de cara a redactar una constitución puede, en mejor de los casos, generar una confusión paralizante. Una constitución útil, como sin duda desean los constituyentes bolivianos, necesita, ante todo, claridad, para evitar equívocos.

Así pues, a modo de ejemplo, el oxímoron es, desde luego, un recurso literario exquisito y estimulante que le puede ofrecer a una composición lírica una riqueza evocadora considerable, pero una constitución no es un género literario que deba sugerir al espíritu, ni gozar de una amplitud evocadora sino que debe establecer los parámetros precisos que rigen al Estado. Y es que los poetas no pueden ser buenos legisladores, de hecho pueden llegar a ser pésimos legisladores, porque la justicia poética se aleja bastante de la justicia política.

En definitiva, a la hora de llevar a cabo la redacción de un texto constituyente, se tiende en demasiadas ocasiones a confundirlo con una obra poética e incluso litúrgica. Tampoco se debe caer en el error de convertirlo en una descripción de la sociedad a la que responde o una plasmación de los anhelos políticos -o de cualquier índole-, por muy loables, nobles o representativos que sean. En todos estos vicios - y en alguno más que si hay espacio me detendré- han caído los constituyentes bolivianos. Demasiados compromisos, que diría un profesor mío, por parte de los redactores.

Una constitución es algo mucho más prosaico, humilde y limitado. No es más que la norma básica que constituye al Estado y le dota de unos principios de funcionamiento. Cuanto más sencillo y claro mejor, no cabe duda, lo cual no quita que deba atinar en unos principios básicos, pero que permitan un mínimo de flexibilidad a la hora de desarrollar políticas. No se debe pretender, por consiguiente, que resulte una panacea que corrija todos los desbarajustes de una sociedad de un plumazo. Vicio muy habitual en la idealización liberal que ha imperado tradicionalmente en la América Hispana. Debe ser la base, ni más ni menos, para construir un Estado que pueda trabajar en tantos objetivos necesarios, pero siempre el quid de la cuestión está en desarrollar, ahora bien, entre pitos y flautas, todo apunta que los bolivianos van a tener que ser testigos de una nueva legislatura desperdiciada, cuando, realmente, una constitución no debe mucho más que establecer un Estado social de derecho, para lo cual, no nos vayamos a engañar, no se requiere demasiada originalidad, se podría elaborar una constitución modelo para todos los países.

Otro día continuaremos dándole vueltas a eso de "plurinacional", "pluricultural" y demás
hermosos conceptos.

martes, 4 de diciembre de 2007

El triunfo de Baco


Siempre hay motivos de celebración, porque, como es bien sabido, lo importante no es el motivo, sino la celebración, o más bien, las ganas de celebrar. En nuestro caso, tras un año de apoteosis hedonista en el Piso Franco, se imponía una celebración a la altura de la efeméride, por ello, nada mejor que consagrarse a los excesos etílicos, honrando la memoria de Dionisos, en sublime hermandad con entusiasta libación del siempre sagrado vino -por qué no del Penedés-, dejándonos llevar por una improvisada bacanal.

Así pues, en el Piso Franco, como no podía ser de otra manera, ha triunfado gloriosamente en todo su esplendor Baco, a través del rito mistérico que inesperadamente se consumó, no sé si solemnemente, y que, al final de cuentas, sirvió para la introducción de un catecúmeno. Otros ritos abogan lúcidamente por el cordero o el pan y el vino, pero también se puede comulgar, por ejemplo, con Gintonic o lo que buenamente te pida el cuerpo.