la frase del momento

"¿No es la cerveza la bebida de la sinceridad, el filtro que disuelve toda hipocresía, toda la comedia de los buenos modales, e incita a sus aficionados a orinar sin pudor y engordar con despreocupación?"

M. Kundera


lunes, 26 de marzo de 2007

Una sola letra marcó la diferencia.

Una sola letra marcó la diferencia.

Esa letra demostraba que nunca le había importado. Era indiferente de quién se tratase porque, al fin y al cabo, el tema no podía trascender. Solo tenía que estar ahí, latente, en una constante dependencia que mantuviera su autoestima, y solo eso hacía que fuera triste perderlo.

Una minúscula n en un 12 de febrero marcaba la diferencia entre lo humano y lo espiritual, entre él y cualquiera. Y, a la vez, le daba sentido a todo. Justificaba, precisamente, que aún cuando la negativa había sido sempiterna, pudiera existir tristeza en la pérdida.

Quemando etapas

Si en una vuelta ciclista uno pudiera ir cambiando el trazado libremente y abandonar una etapa para buscar otra distinta, sería una gran metáfora de la vida.

Agotado ya de esta cadena de montañas y contrarrelojes, yo me apeo aquí, buscando una temporadita de curvas de ciudad en las que derrapar, a mi aire, sin pensar en el pelotón.

La montaña tiene su encanto, pero yo estoy cansado y el paisaje cada vez es más árido y desagradable. Mucho me temo que en la cima no habrá flores. Y no soy corredor de contrarreloj. A mi me gusta ver el paisaje y platicar con los compañeros de pelotón, no avasallarlos y dejarlos atrás.

Sé que en la calma de mi playa, en mi apacible ciudad, echaré de menos los arroyos del monte, el crujir del neumático en las piedras del camino, la frialdad de la brisa matutina cargada de aroma. Sé que en el aburrido asfalto contaré a las ratas de cloaca del color tostado de las ardillas.

Sé que muchas veces me arrepentiré. Pero siempre habrá tiempo de buscar otras etapas, porque esta vuelta aún no termina.

De sátiros y musas

El viejo Hank, para muchos un modelo a seguir, todo un visionario, irreverente, inconformista, con claras convicciones y fuerte carácter, alguien único. Para tantos otros un escritor mediocre, hecho a su personaje, voluble y comercial.

Al margen de si se trató de un personaje autoinventado, lo cierto es que Charles Bukowski describía el modelo ideal y exacto del cortoplacista.

Sus profundas reflexiones políticas, filosóficas y sociales estan imbuídas de un pesimismo tal que, inexhorablemente, desembocan en un transcurrir en la levedad más nihilista.

Buena prueba de ello es su satirismo galopante.

Antes de seguir quisiera aclarar al lector la diferencia sustancial, para mi, entre un misógino y un sátiro.

El misógino es un ser mezquino y amargado que desprecia a las mujeres. Las detesta y, en ocasiones, exterioriza su frustración relacionándose con ellas para maltratarlas.

El sátiro, en cambio, es un ser sensible, que respeta a las mujeres. De hecho, las respeta más de lo que ellas mismas se respetan, y así le va. Su resignación espiritual proviene de la comprensión y el entendimiento, que lo convierten en una persona vitalista, que trata de aprovechar lo mejor que le ofrece la vida. En el fondo, un cortoplacista.

Pensaba en todo ésto la otra tarde observando, a través de la inefable ventana al mundo que es internet, una pintura de Jean-León Gérôme.

No es que sea yo una persona culta y sensible, entregada al arte y a la vida contemplativa (bueno, eso último sí). En realidad fue el pesao de Jacobino quien me pasó el enlace, acabando con mis ensoñaciones onanistas.

Describe el cuadro la situación del tribunal donde era juzgada Friné, de la que se decía que era la mujer más bella, acusada de impiedad. Cuenta la leyenda que en un alarde de ciencias jurídicas, el abogado defensor, Hipérides, hizo desnudar a la bella Friné y arguyó con vehemencia: "¿Realmente creen sus señorías que tan celestial criatura puede haber sido sujeto de tal delito?". No pudieron los jueces por menos que reconocer que a la modelo de Praxíteles le sobraban los motivos para compararse con Afrodita. Distinto hubiera sido el juicio contra Sócrates por el mismo delito, como entenderá el lector.

Ciertamente era el sensible Gérôme un auténtico sátiro, como demuestra su tenacidad: en 1890, 29 años depués del cuadro del juicio de Friné, desató un nuevo escándalo con el cuadro de Pigmalión y Galatea. Pero más sátiro aún era Hipérides, el defensor de Friné. No me cabe duda alguna de que Bukowski, de haber vivido en el año 300 a.C., hubiera ejercido encantado de Hipérides, desnudando a Friné y alardeando posteriormente de haber convencido al areópago desde sus más bajos instintos. La única diferencia es que Hank lo hubiera hecho borracho y no hubiera escatimado recursos en acabar la noche en la alcoba de la hetaira...

miércoles, 14 de marzo de 2007

Incompetencia empresarial

Ignoro qué enseñarán en las escuelas de empresariales pero especulo que, básicamente, pura bazofia. Imagino que tendrán tan sorbido el cerebro con eso de maximizar los factores de producción (si no empleo correctamente la jerga, ruego me perdonen) que se olvidan que los trabajadores, mal que les pese, o, yendo con malicia, por mucho que les ponga esa idea, no son meros engranajes de hierro colado. Seguro que los más sutiles detalles de la microeconomía son fundamentales para la gestión y formación de una empresa, no lo pongo en duda, ni mucho menos, pero deberían tener, de la misma manera, principios básicos de psicología, ya que, si tuviesen presente eso de la motivación contemplarían cómo la productividad e implicación del trabajador varía favorablemente.

Por ejemplo, en el ámbito de la atención telefónica, campo en el que estoy ahora inmerso, tienen, sin ir más lejos, la consigna de escatimar incentivos con pejigueras absurdas para ahorrarse cuatro chavos. Hay ejemplos ridículos, como criticar el uso de los pronombres para recortar incentivos que más que , evidentemente, animar a un mejor servicio, implicando al trabajador con la empresa, tienen el efecto contrario y generan la certeza al empleado que poco importa lo que haga de tal forma que se relaja en su trabajo. Bastante poco se paga, menos se valora su trabajo, poca trascendencia tienen sus actos en una estructura que reproduce y magnifica los vicios kafkianos, que el trabajador se adapta a ellos. De hecho, es habitual que el teleoperador busque mecanismos humanizadores, tan agradecidos para cliente y trabajador, que son penalizados en los parámetros de esa demencia que se da por llamar, no sé con qué cordura, calidad.

Ciertamente, parece que en las mentes, no creo que precisamente privilegiadas, que estructuran el funcionamiento de este servicio, su aspiración es crear una alienación absoluta del cliente y teleoperador, no sé si fastidiados de tener que tratar con personas y no con, snif, máquinas. La gracia es que no sé si se dan cuenta que ellos también son, quién lo diría, personas y tan prescindibles o más son en todo el eslabón de la producción o lo que coño sea todo esto. Dudo de que estén inmersos en la precariedad laboral y alienación de los teleoperadores, pero sin duda son los responsables del desvarío de un sistema que prima un absurdo que, efectivamente, haría las delicias de Kafka. Por eso, yo me río de las alarmas sobre la productividad del trabajador español. No es que me guste culpabilizar, que también, pero si a alguien hay que señalar al respecto es a la cultura empresarial en la que estamos inmersos y a sus responsables. Desconozco si gozan, inmersos en un extraño y perverso complejo de poder, de los despidos masivos o el mero chuleo rutinario al currante, pero si alguien es responsable del funcionamiento de una empresa son los pánfilos que la gestionan, y al igual que el entrenador de fútbol que no consigue resultados, éstos, y no los jugadores que están día a día sacando las algarrobas, son los que tienen que irse masivamente a la puta calle.

En una sociedad que está incorporando, mal que bien, la cultura democrática a todos sus ámbitos, debería plantearse otro modelo de estructura empresarial que incorporase la voz de los trabajadores y limitase la gratuita y en innumerables casos, arbitraria verticalidad, habida cuenta de los beneficios estructurales que ello genera. No es un modelo inaudito, de hecho el modelo, sin ir más lejos, alemán tira, en mayor medida por ahí con mejores resultados que la empresa española. Si realmente hay partidos de mínima izquierda en este país, deberían tirar por ahí.

domingo, 11 de marzo de 2007

Una escena del Raval como alegoría utópica de un mundo armónico.

Ayer el Muy Honrado Consejo del Piso Franco decidió trasladarse para presenciar y formar parte de uno de los eventos más emblemáticos de la contemporaneidad, es decir, un Barça-Madrid. El fútbol es un oportuno subterfugio inocuo de los impulsos tribales y competitivos de los que adolece la humanidad, que aplaudimos. Mucho mejor que se desaten estas pasiones en la banal lid de las periódicas competiciones deportivas que trasladarlas al más trascendente y peligroso ámbito legislativo. Mucho mejor aspirar a machacar al rival en un tanteo deportivo que en otras terribles situaciones. Las apoteosis identitarias y simbólicas en un estadio de fútbol lucen mucho más bellas que en la arena política, dónde va a ir a parar.

Acudimos a una cercana tasca que está sabiendo resistir las presiones de la moderna estética y mantiene, de esta forma, el calor y familiaridad de los antiguos baretos de toda la vida. Nunca me dejará de sorprender cómo los inmisericordes horteras que reivindican pomposamente las tradiciones en el ámbito político son totalmente insensibles a las manifestaciones populares que nos dan continuidad y riqueza cultural. Resulta paradójico que en una región como Cataluña, de una forma aparente, machaconamente celosa de su pasado, resulte que no hay verdadera sensibilidad por los elementos culturales idiosincráticos. Así, no hay interés alguno en conservar los establecimientos que le dan historia a una ciudad o, aún más sorprendente, hay un desinterés total en conservar el patrimonio arquitectónico. Uno acude a una región poco sospechosa de dejarse llevar por estos devaneos identitarios como la cántabra y constata con sorpresa el celo con el que han conservado la arquitectura tradicional, con un gusto impensable en otras tierras. En Cataluña, sin embargo, dejamos derrumbar, sin ir más lejos, innumerables y exquisitas masías por la mera desidia, porque realmente el nacionalismo no encierra sensibilidad por el pasado, las tradiciones o lo que se quiera, sino que esconde un obsceno complejo de superioridad.

Pero volvamos a la tasca. Decíamos que acudimos a un establecimiento del barrio de relajadas formas. Hay gente, y ahí la gracia de la libertad, que prefiere establecimientos que dispongan de una cuidada imagen, pero yo prefiero lugares que rezumen el carisma y la personalidad de su gente, que establezcan un ambiente desenfadado y cercano a la vez que, como fue el caso, primen el precio, el calor humano, la cervecita bien fresquita en jarra helada y si encima disponen de unos callos deliciosos ya poco más se puede pedir. Aprovecho la oportunidad que me brinda la red para, con sincera gratitud, hacer un poco de publicidad de este abandonado local que podrá nuestra audiencia encontrar en la Calle d'en Roig.

Con todo, una taverna es también su parroquia y ésta, como no podía ser de otra manera, a pesar de su rancio abolengo castizo, presentaba la rica y sana pluralidad del Raval. Moros, negros, españoles y alemanes disfrutando en sublime armonía de un partido vibrante, jaleando a ambos equipos. En una especie de alegoría de la pluralidad y el espíritu deportivo, la parroquia se dividía entre ambas aficiones creando una atmósfera la mar de entregada al espectáculo. Al final el resultado, un abultado 3 a 3, parecía querer acompañar este ambiente, de tal forma que ambas aficiones se retiraron sonrientes y cómplices. Con todo, morbosamente quisiera saber la visión de Puigcercós sobre la integración de los moros que jalearon a los merengues.

jueves, 8 de marzo de 2007

Cifras

Arrastrados por el amor incondicional a esa disciplina, empezaremos a realizar un estudio estadístico del piso franco. En un alarde de originalidad sin precedentes, hemos decidido (me encanta el plural mayestático) dividirlo en dos frentes: medias y récords.

A bote pronto, así van las cifras:

Récords:

- Litronas de cerveza vacias por tirar: 49
- Días sin barrer: 30
- Días sin bajar la basura: 14
- Horas con el mismo CD: 10 (obras completas de Manolo García)
- Comensales: 7
- Pitis en un cenicero: indefinido e indecente (ver foto adjunta).



Medias:

- Precio por plato: 0,30€
- Borracheras semanales: 2
- Horas de trabajo semanales: 31/persona
- Fidelidad de los camellos: sin repetición.


Primeras conclusiones del estudio:

El índice de consumo y la optimización de recursos higiénicos van en la línea esperada, incluso mejorándola levemente. Sin embargo, se observa una preocupante descompensación entre el ocio y la recaptación de medios para el idem. Se recomienda encarecidamente al Consejo del Piso Franco que desarrolle urgentemente un plan de choque para corregir dicha disfunción.

Fuente: CEEPF (Centro de Estudios Estadísticos del Piso Franco)

miércoles, 7 de marzo de 2007

¿Dónde están los bellos ideales?

Dios sabe que soy ateo y que detesto la moral judeocristiana, pero el libro sagrado de esas religiones monolíticas o monoteístas, a pesar de las innumerables sandeces que llega a acumular, en el génesis atina: expone el trabajo como un castigo divino; inmensa verdad. Entre otras responsabilidades, últimamente tenemos demasiado descuidado nuestro compromiso con la Red debido al cruel secuestro de nuestro tiempo que significa el trabajo remunerado, imprescindible, en nuestra situación, para la cotidiana supervivencia, pero que es un atentado de cara a esas deliciosas actividades estimulantes que son una justificación de la vida. Así, este medio se resiente y pasa con tristeza esta orfandad.

Estas eventualidades le hacen a uno reflexionar sobre el significado de esta sociedad de consumo y productividad. Nuestros supuestos representantes pasan el rato discutiendo sobre la dieta de un fanático perverso y demente que, francamente, me trae totalmente sin cuidado, mientras el común de los mortales, lo que antes se clamaba con solemnidad como El Pueblo, se ve emulando a Sísifo inmerso en esa espiral de alienación que con tanta elocuencia expuso aquel insigne filósofo alemán. Constato la resignación con la que encaramos las dificultades y sinsabores que nos presenta eso de la supervivencia en cuestiones ciertamente fundamentales y uno se plantea, no sin dramatismo, lo mismo que el sublime poeta: ¿Dónde están los bellos ideales? ¿Es acaso el posibilismo resignación? Uno observa la actitud de los antisistema que copan las instituciones y da qué pensar si su verdadero proyecto consiste en desvincular al indolente pueblo con esas instituciones que gobiernan. Ignoro dónde se hallan esos valores que les gusta presuponerse, pero en sus prioridades y acciones, juraría que no.

Ya he mostrado en este canal, como habrá podido comprobar el lector paciente, mi pasión por las cuestiones etéreas y baladíes pero en esta ocasión, sin que sirva de precedente, me refiero a cosas muy pero que muy concretas, tales como el poder adquisitivo de los trabajadores(qué ocurrencia, plantear que partidos pretendidamente de izquierdas se preocupen por estas cuestiones mundanas), el tema de la maternidad(sin ánimo de parecer exaltado, es una vergüenza las dificultades que han de pasar aquellos infelices que se plantean la reproducción), la igualdad de género para los trabajadores sin más (que las medidas de cara a la galería son una frivolidad, con lo fácil que sería, por ejemplo, establecer los mismos permisos de paternidad para ambos progenitores), por no hablar de los habituales de la vivienda y la mera represión. Uno constata con consternación la mayor sensibilidad y acción de una democristiana alemana que un antisistema, izquierdista, rojo patrio ante estas cuestiones y llega a la lamentable conclusión de que este país es más conservador de lo que cree.